Mi método para espantar los fantasmas de septiembre
Está muy bien saber que no te aqueja ningún problema real, pero eso no quita la tristeza que produce la idea de volver a las rutinas de siempre.
Nunca me ha gustado la expresión depresión postvacacional. Exagerar como depresión algo que la mayoría de las veces se cura con un cambio de actitud no es algo que me atraiga demasiado. Al tener el germen de la idea en la que ha derivado este post, la titulé así: ¿Cómo lucho contra la depresión postvacacional? No me convenció. Es una cuestión de conceptos, pero no me gusta minimizar algo tan grave como una depresión, con todo lo que conlleva en quienes la sufren de verdad, con la nostalgia infantiloide que a muchos nos asola con estos nuevos aires de septiembre.
Así, tirando de inventiva y de fantasía, he decidido renombrar a esta extraña sensación que sobrevuela mi persona como mis fantasmas de septiembre. Y en las líneas que vas a leer dejo por escrito el método que pretendo seguir para espantarlos cuanto antes. Porque este año, después de mucho tiempo, han vuelto a visitarme.
El primer problema: un verano demasiado bueno
Considero que el agobio que da volver a la rutina de septiembre (el Año Nuevo Laboral) puede tener dos causas: la primera, que no te guste aquello a lo que te dedicas. Las vacaciones constituyen para ti un respiro, un oasis en el que puedes separarte mental y físicamente de una profesión que percibes como una come vida. No es mi caso, gracias a Dios.
La segunda de las causas, a mi entender, es haber pasado un verano demasiado bueno, y en este dos mil veinticuatro, mi verano ha sido espectacular. Estas semanas pasadas, mis días han sido un alarde total de slow life, con momentos de (delicioso) aburrimiento, entendido como la consciencia de no tener nada que hacer ni intención de hacer nada, un viaje brutal con mi pareja y bastante tiempo de calidad con los míos (incluyendo un bonito retiro con amigos, sobre el que escribí la semana pasada).
He pospuesto mentalmente lo relativo al trabajo con tranquilidad, apagando algún que otro fuego (cosas de ser autónomo), pero nada desesperante ni con entidad suficiente como para sacarme de mi mood vacacional. Un buen verano a todas luces. Pero, ¿Quién me iba a decir a mí que la espectacularidad de mi verano sería directamente proporcional al tamaño de mis fantasmas de septiembre?
De hecho, me he dado cuenta de lo divertido que ha sido mi verano cuando ha acabado, porque esta sensación hacía bastante tiempo que no me visitaba. Y aunque pueda parecer que me estoy quejando, no es así. Sé que esta especie de tristeza pueril es la consecuencia de varias semanas bonitas, de modo que, más que preocupado o triste, estoy agradecido, e incluso contento se sentirme así.
Para que se me entienda mejor. ¿A que el cansancio después de una sesión de ejercicio es agradable? Pues lo mismo con estos fantasmas de septiembre. Aparentemente negativos, pero en esencia positivos.
Cuando volver a la rutina causa rechazo
De todas maneras, estos fantasmas pueden llegar a ser molestos (como las agujetas, volviendo al símil del ejercicio). Está muy bien saber que no te aqueja ningún problema real, pero eso no quita la tristeza, la pesadez y el rechazo que te produce la simple idea de volver a las rutinas de siempre.
Se acaban los desayunos con amigos, los visos de viajes cercanos, el descanso exagerado… Ahora toca cambiar todas estas cosas por horas de escritorio, reuniones, plazos y escritos. Pero esto también es bueno. Necesario, diría yo. Y me explico.
Personalmente, si yo no tuviera una rutina bien marcada durante mi año laboral, no disfrutaría el verano. Por no disfrutar, ni siquiera disfrutaría los fines de semana. Pensar exclusivamente en los buenos ratos que ya han acabado es una mala forma de afrontar una nueva etapa de esfuerzo y obligaciones.
Me gusta hacerlo al revés: mirar hacia la próxima etapa de descanso consciente de que, cuando esta llegue, mi rutina diaria me habrá colocado en un mood que me hará disfrutar de ese (por entonces) merecido descanso.
Hacer click y tomarme las vacaciones como épocas merecidas tras un largo esfuerzo me hizo cambiar la perspectiva. Ahora, que tengo que hacer girar la rueda nuevo, no puedo permitirme caer en la pena de que aquel maravilloso viaje ya terminó, ni entristecerme porque no veré a mis amigos con tanta asiduidad durante varios meses. Al revés, me es mucho más útil pensar en eso con felicidad, pero centrándome en lo que se avecina con optimismo, sabiendo que este esfuerzo derivará en épocas incluso mejores que las que acabo de vivir.
Además, centrarse en las vacaciones como única cosa que merece la pena en la vida es una estrategia peligrosa. La vida es todo en su conjunto. Quedarte con el mínimo porcentaje de descansos que te permite la vida, entendiendo estos como los únicos momentos que merecen la pena, es bastante triste, porque todo lo demás es mucho más amplio. El resto es una porción mucho mayor de tu vida.
Así, mi primera estrategia antifantasmas es pensar en la rutina diaria como una herramienta para ser productivo ahora que toca, consciente de que es precisamente este esfuerzo el que me permitirá vivir de nuevo en el futuro las bonitas experiencias que ahora no me quito de la cabeza.
Los pequeños hábitos construyen una rutina sólida
No soy James Clear, y de hábitos sé lo justo, pero tengo una pequeña ecuación:
RUTINA = SUMA DE PEQUEÑOS HÁBITOS
No sé si estos son los términos correctos, pero yo percibo mi rutina diaria con la suma de multitud de pequeños hábitos. Estos mini hábitos, cuanto más automatizados estén, más llevadera me hacen la rutina. Y además, si consigo meter entre ellos pequeñas acciones que me causen placer o diversión, esta facilidad a la hora de encarar la rutina se multiplica.
Septiembre para mí es más enero que enero. Es mi época de cambios, de propósitos y de inclusión de hábitos y métodos, y tengo que admitir que me encanta. De algún modo, lo que me gusta septiembre me ayuda a paliar los estragos que sus fantasmas tratan de provocar en mí. Además, este mes tengo que pasarlo solo en casa, de forma que la experimentación, los cambios y la inclusión de nuevas ideas en mi día a día pueden ser más fácilmente adoptables (porque así, si fallo o no me convencen, no molesto a nadie al cambiarlos de nuevo).
Entre los pequeños hábitos que quiero incluir en mis días están:
Leer a diario, por poco que sea.
Escribir todos los días, aunque no tenga ganas.
Acostarme bastante pronto.
No usar pantallas una vez que me meta en la cama.
Mejorar la alimentación.
Suenan a los típicos propósitos de enero, soy consciente, pero esta vez lo noto diferente. Ninguna de las cosas que me estoy marcando es difícil de hacer. Todo me gusta o tiene beneficios muy rápidos en el día a día, y eso me ayuda mucho a mantenerme enfocado.
No son recomendaciones de vídeo barato de Youtube, tan solo comparto lo que a mí me funciona.
Las épocas de mi vida en las que he conseguido mantener estos pequeños hábitos, he notado grandes mejoras en mi humor, en mi descanso, en mi relación con el trabajo y con los demás y mejoras en mi salud. Necesito volver a ello, depurarme mental y físicamente y afrontar los próximos meses renovado.
El ejercicio diario es el otro gran hábito que quiero incluir en mi día a día. Siempre me ha costado más trabajo, pero tengo más facilidades que nunca para implementarlo en estos meses. No lo he incluido en la lista previa porque aún no tengo claro el método a seguir, pero espero poder escribir un post al respecto bien pronto.
La relación con el trabajo: el punto central de esta época
Si te has dado cuenta, esos pequeños hábitos no tienen nada que ver con lo mollar de esta época que empieza en septiembre: el trabajo. En lo personal, me gusta innovar en lo relativo al mismo en estos días. Me gusta probar métodos de organización, programas, aplicaciones y cualquier herramienta que pueda hacerme la vida laboral más productiva.
No sé si te pasa, pero como la organización de mi trabajo me la marco yo en exclusiva, hay épocas en las que me siento más analógico, otras en que lo digital llama a mi puerta con su sinfín de beneficios… Incluso semanas en las que llevo registros en ambos ámbitos.
Lo más normal en mi día a día es que haga uso de las herramientas de Gmail, el ordenador del despacho, el de casa y el teléfono. Con eso puedo ir al fin del mundo, pero estos aires de septiembre tienen un qué sé yo que me invita a probar. ¿Y si cambio esta aplicación por esta otra? ¿Y si analizo las posibilidades nuevas que trae la IA?1 ¿Y si pruebo este o aquel método de organización que he descubierto en Substack gracias a Álvaro, de Jardín Mental2, por ejemplo?
Me gusta investigar, probar y cambiar. He tenido mis épocas de Notion, de cuaderno, de ordenador portátil y de tablet. También he pasado por calendarios de todo tipo y por herramientas diversas. Conozco las estrategias de hacer las cosas más difíciles primero, el trabajar tan solo un par de tardes, el hacer más uso del teletrabajo… de todo. Y me encanta probar, sobre todo en esta época de nuevos inicios.
Lo cierto es que tengo muy marcada mi forma de trabajar, y estos tonteos con otras formas de hacerlo no son (en absoluto) dispersión o falta de atención, sino estudios que hago en mi tiempo libre para aplicar al trabajo y hacerlo más productivo. Me gusta este mundillo de la productividad, y quiero mejorar en la mía propia.
Esto, que más que una estrategia es algo que me gusta hacer, actúa como herramienta contra los fantasmas de septiembre, que son su pena y su nostalgia impiden seguir adelante. Estar abierto a cambios me hace innovar, estar alerta y pensar en el presente y el futuro, evitando que me estanque en el pasado.
Probando se pueden hacer cambios muy interesantes. Quizás en una de estas innovaciones encuentro el método definitivo para mí. De ser así, seguro que lo escribo por aquí.
Espero que estas estrategias que uso como mi kit de herramientas antifantasmas te sirvan. Y si no lo hacen, ya sea porque tienes otras que te funcionan mejor o porque tus fantasmas han preferido respetarte y no visitarte en este mes tan importante del año, mi más sincera enhorabuena. ¡Nos leemos!
Tengo varios posts en borradores sobre la inteligencia artificial aplicada al trabajo. Mientras escribo estas líneas, soy prácticamente contrario a la misma, pero también soy consciente de que es un carro al que tendré que subirme si no quiero que la marea me arrastre.
Ya lo tengo en mis recomendaciones, pero aprovecho de nuevo para recomendar este Substack. Si te gusta la productividad, entre otros temas, creo que te puede interesar.
El estar abierto a iterar para poder conocer nuevos métodos me parece un acierto gigantesco, siempre son emocionantes los momentos de transición para agregar nuevas cosas, prescindir de algunas, probar. Gracias por compartir, me identifique con lo del ejercicio, tampoco he podido encontrar el método adecuado para mi ritmo de vida pero sin duda tu contribución me podría ayudar mucho, estamos al pendiente.
¡Hola Eduardo! Ante todo, gracias por mencionarme en tu carta, te lo agradezco.
Me he sentido muy identificado con esta carta, hay quien dice que el año empieza en septiembre, otros dicen que es el mes existencial. Es sin dudas un momento de cambio, ideal para reflexionar.
En cuanto a cambiar de métodos de organización. La lección que me llevo ha sido "conocer para decidir". Si no hubiese conocido todos estos métodos y aplicaciones no podría saber qué es lo que mejor de adecúa a mis necesidades. He llegado a la conclusión de que cualquier método es ideal siempre que sepas su finalidad.
En lo personal, llevo varios años sin moverme y dudo que cambie. Uso un Zettelkasten para pensar y organizar lo que aprendo y lo combino con un Kanban para organizar mis tareas. Los dos grandes pilares: "pensar" y "hacer".
Es algo personal, primero hay que conocer para luego decidir lo que te viene bien.
¡Nos leemos!