Los libros que marcaron mis veinte
Soy el lector que soy, en parte, por estas lecturas, y quería regalarles como agradecimiento este pequeño espacio en Sapientia.
Ya hace un tiempo escribí sobre los libros que marcaron mi infancia lectora, y a la vista de que suscitó varios comentarios interesantes, amén de que me encantó recordar aquellos libros que hicieron nacer en mí el gen lector, me propuse escribir en un futuro un nuevo post sobre los libros que marcaron mi primera juventud.
Pues bien, ese futuro ha llegado y esa futura entrada es la que estás leyendo ahora mismo (es curioso lo relativo que es el tiempo conforme pasa). Si me divertí escribiendo aquella primera entrega literaria, más me he entretenido haciendo esta selección.
Como verás, durante la década de mis veinte me centré en el género quizás más famoso y prolífico: la novela. Ahora, a mis treinta, me estoy hartando de ensayo, pero ya escribiré más adelante sobre estos, que acabo de entrar en la tercera década de mi vida. No adelantemos acontecimientos.
Sin más prolegómenos, aquí están los cinco libros que marcaron mis veinte y que irremediablemente han ayudado a engrosar mi biblioteca. Todos me los he leído enteros, de modo que no son de esos que te hacen sentir mal porque ves que tu síndrome del coleccionista de libros empeora. Vamos a ello.
El código da Vinci, de Dan Brown
Empiezo por un bestseller con todas sus letras. Los más literatos criticarán que siquiera mencione este libro, porque es el típico que, según dicen, el autor lo escribió para sacar dinero. Que si mala prosa, que si ritmo más cinematográfico que novelesco, que si personajes planos… Bobadas. Ya que en este post trato de listar los libros que me marcaron a mí, no sería franco conmigo mismo si apartase esta novela para contentar al resto del mundo, porque lo disfruté como un enano.
Recuerdo que lo leí durante la carrera y que sus páginas me arrollaron como un camión, hasta el punto de faltar a más de una clase (y de dos) porque prefería quedarme leyendo en casa. Sería absurdo explicar la trama de esta novela, porque fue un éxito casi sin precedentes, pero por resumirla brevísimamente, trata de un experto en simbología que debe hacer uso de sus conocimientos para descifrar unas extrañas pruebas aparecidas en el lugar de un crimen. Con un ritmo tremendo, te hacer sudar mientras lo lees porque su protagonista, Robert Langdom, se ve inmerso en una trama muy pintoresca de secretos, historia, símbolos y cristianismo espectacularmente hilada.
Lo cierto es que este libro me descubrió que una novela puede ser tan trepidante como una película, hasta el punto de prácticamente visualizar las escenas conforme lees sus párrafos. Además, gracias a su trama, se abrió ante mí el inabarcable mundo de la simbología, de los secretos históricos y de las sociedades secretas, temas todos ellos que hoy día me siguen apasionando.
El último catón, de Matilde Asensi
Me sorprende la poca gente de mi entorno que conoce este libro. Me lo recomendó mi madre al saber lo mucho que me gustó el código Da Vinci, y vaya si dio en el clavo. Este, de hecho, me gustó más como novela que aquél. Mucho más novelesco, con personajes más complejos y descripciones más elaboradas, la autora española escribió, a mi gusto, una oda a la novela sobre sociedades secretas y temáticas derivadas. Es espectacular cómo evoluciona su personaje principal, una monja llamada Ottavia Salina, paleógrafa del Vaticano, conforme va superando el sinfín de pruebas que la oscura sociedad secreta que persigue le hace enfrentar.
Acompañada de un capitán de la Guardia Suiza y un profesor del Museo Grecorromano de Alejandría, el trío de personajes protagoniza un espectáculo lleno de curiosidades históricas, reliquias, datos impactantes y una dosis de historia tan bien contada que no se hace pesada en absoluto.
Este libro lo leí con un fervor comparable al anterior, pero su densidad hace que se tarde más en acabar. Entiéndase densidad como algo bueno, porque está tan bien escrito que deseas que la siguiente página siga manteniendo el nivel de detalles que la que tienes entre manos. Y no defrauda. Lo único malo: que termina.
Relato de un náufrago, de Gabriel García Márquez
Esta novelita es muy curiosa. Tanto, que es conocida como Relato de un náufrago, pero su título completo es Relato de un náufrago que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre. A la vista de ello, creo que en aras a la brevedad nos quedaremos con Relato de un náufrago.
Más que una novela, el libro es una recopilación de artículos que Gabriel García Márquez publicó en el periódico El Espectador, en 1955. En ellas, contaba por fascículos la entrevista real que le había hecho a un tal Luis Alejandro Velasco, tripulante de un buque del ejército que se había caído del mismo y tuvo que sobrevivir en alta mar durante diez días. Este náufrago real vio su historia publicada por Gabo, teniendo tal éxito que, en 1970, las catorce entregas publicadas en el periódico se recopilaron en forma de novela.
Es muy difícil describir la manera de escribir del Premio Nobel colombiano, porque es extraña, inconfundible y evocadora. Trataba la palabra con tal respeto, que parece que ésta le devolvía el favor significando exactamente lo que él necesitaba en cada línea. Tal es así, que lo que más recuerdo de esta cortísima novela es la perfección a la hora de describir la sed de su protagonista. No estoy exagerando cuando digo que tuve que beber agua mientras leía cierto capítulo en el que el autor se cebaba en la descripción del padecimiento de ese hombre, rodeado de agua imposible de beber y desesperado por ello. Una historieta magistralmente escrita, tan corta que te la puedes ventilar en una tarde de playa. Pero llévate agua.
Rebelión en la granja, de George Orwell
Debería haber una forma de bloquear este post, obligar al lector a leer este libro, y desbloquearlo de nuevo para que siguiera leyendo por aquí al terminar. Pero como no es posible, te explico mis impresiones.
Rebelión en la granja parece una novelita tonta, protagonizada por los animalitos descontentos de una granja que empiezan a odiar a los humanos porque no los tratan lo bien que ellos consideran que merecen. Qué tontería, ¿verdad? El caso es que hay un cerdo bastante viejo (los cerdos son “los malos” de esta obra), que con su piquito de oro los convence para organizarse, echar a los humanos y hacerse con el control de la granja. ¡Vaya, Edu, qué divertida novela para niños de cinco años! Espera.
Cuando echan a los hombres, la novela se convierte en una sagaz crítica al comunismo, narrada con una certeza y una aparente inocencia tan grandes que embelesa. Es desolador observar cómo los cerdos, que encarnan a los comunistas, convencen al pueblo (caballos, gallinas, ovejas, etc.) de que los humanos son despiadados, de que los animales son todos iguales y de que tienen derechos, cuando la realidad es que los someten a un sistema despiadado que los fuerza, los deja morir y los violenta. Mientras, ellos controlan todo desde la comodidad de la casa que antaño fue de los humanos. Los animalitos se preguntan si eso es justo, pero los cerdos siempre tratan de convencerlos, imponiéndoles trabajar con la promesa de que es lo correcto. Y lo desgarrador es que sabes que, aunque los protagonistas son animales, la Historia ha vivido episodios similares a gran escala.
Una fábula adulta, delirante, descriptiva y brutal. Una crítica espeluznante de un sistema político y de una ideología que, llevados al extremo, causan estragos.
1984, de George Orwell
Rebelión en la Granja me encantó, pero 1984 me voló la cabeza. Orwell debía tener algún pacto sobrenatural con una oscura entidad de las letras, porque los conceptos que consiguió transmitir con esta historia son de otro mundo. El mundo de 1984 está dividido en tres grandes estados, o aglomeraciones de países: Oceanía, Eurasia y Eastasia. Los tres bandos están en guerra constante, y el protagonista es un funcionario del primero de ellos, llamado Winston Smith. En concreto, la novela se desarrolla en un Londres distópico, ya que lo que hoy entendemos por Reino Unido forma parte de ese estado ficticio de Oceanía.
Tan solo diré que Oceanía está controlada por un partido dictatorial llamado Partido Único, cuyo líder se hace llamar el Gran Hermano. No voy a decir nada más de la trama de 1984, porque si pudiera recomendar uno solo de los libros de los que he hablado alguna vez, sería este. El autor hace una crítica a la política, al control de los ciudadanos, a las dictaduras y los estados autocráticos que hay que leer.
Hay, en concreto, cuatro aspectos de esta historia que me parecen dignos de mención:
Primero, el doblepiensa. El sistema que el Partido Único utiliza para controlar a los ciudadanos. No explicaré cómo es, porque no soy digno de desvirtuar tremendo acto de creatividad orwelliana.
Los ministerios del Partido. Ministerio del Amor, dedicado a los castigos y la tortura. Ministerio de la Abundancia, encargado del racionamiento. Ministerio de la Paz, que se dedica a la guerra. Ministerio de la Verdad, que controla la manipulación y la reescritura de la Historia.
El trabajo de Winston Smith. El protagonista de la historia es un funcionario de este último ministerio, y su función es la de reescribir las vidas completas de las personas que son eliminadas (o condenadas al olvido) por el Partido. Debe inventarse el pasado de la gente para que, a ojos de la Historia, no hayan existido nunca.
La descripción de la tortura. Sin entrar en detalles diré que, al igual que Gabriel García Márquez me consiguió provocar sed con sus descripciones, Orwell me incomodó con una escena en la que describe una tortura. Sin más, ahí lo dejo.
No quiero destripar esta novela, pero sí diré que es una barbaridad observar el nivel de aciertos y parecidos con el mundo real que Orwell consiguió con la misma. Tras leerla, detectas en nuestros días estrategias de muchos partidos para hacernos pensar lo que ellos quieren, así como cambios en el pasado y en las percepciones de lo bueno y lo malo, además de mentiras en su más amplia expresión. Un must-read.
Sé que las novelas que superan en calidad a estas se cuentan por miles, pero las precedentes son las que llegaron a mis manos en momentos concretos de la segunda década de mi vida, y las que la marcaron de un modo u otro. Soy el lector que soy, en parte, por estas lecturas, y quería regalarles como agradecimiento este pequeño espacio en Sapientia.
Como ya hice en el otro post, os animo a dejar un comentario con las novelas que marcaron esa época de vuestras vidas (o que la están marcando, si aún no has pasado la barrera de los treinta). También me encantaría saber qué os parecen las que yo menciono. Deseando leeros.
Hola Edu! Comparto la gran influencia que supuso 1984, aunque creo que me marcó más Un mundo feliz de Huxley, y de hecho creo que la clase de sociedad que tenemos en Occidente se asemeja más a lo que describía Huxley, con pinceladas de Orwell. En otras partes del mundo es al revés.
En cuanto a una novela que me marcó... Buah, me cuesta mucho decidirme. Varias de Úrsula Le Guin son candidatas. Supongo que la que más me fascinó fue Los desposeídos, por mostrar en ficción una utopía anarquista, narrada con gran maestría, como todo lo que escribe Le Guin.
Hola Edu! Si te interesa el tema de las sociedades secretas, hay un libro que puede que te guste: "Las enseñanzas secretas de todos los tiempos", de Manly P. Hall. No es novela, es un ensayo recopilatorio de un "chorrón" de datos, en el que el autor desglosa las principales sociedades secretas (conocidas), de más antiguas a menos: pitagóricas, gnósticas, rosacruces, masónicas... sostiene que Leonardo Davinci, Jesucristo, Shakespeare y otras figuras conocidas eran todos iniciados de distintas sociedades secretas. Muy recomendable, aunque un poco denso de leer.
Yo fui marcada en mi veintena por varias novelas, que era lo que más leía entonces, entre ellas por El código Davinci, como tú 😊. Pero te pongo las que más me sacudieron los cimientos en aquel momento:
• El clan del Oso Cavernario, de Jean M. Auel
• Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago
Gracias por compartir tus clásicos de juventud y abrir un espacio a recomendaciones!