¿Eres consciente de cuánta gente son mil personas?
No podía imaginar cuando decidí escribir mis tonterías por aquí que algún día me leería tanta gente como para llenar cinco Boeing 747.
Este post lo escribo siendo consciente de que llegará a casi 1.000 personas. Y sobre ese número quiero reflexionar hoy. Nunca me había parado a pensar en cuánta gente lee lo que escribo desde mi casa, sin mayor pretensión que el gusto de escribir y ser leído, debatir, reflexionar y dar a la vida un sentido más pausado y literario.
Me parece abrumador lo que suponen mil personas. Ya que tú eres una de ellas, cosa que te agradezco de corazón, sirva este post como la demostración de lo que siento cuando observo que tras las cifras hay personas con nombre y apellidos. Con vidas y quehaceres, con problemas, alegrías y amistades. Este post trata de mostrar cómo mi cabeza ha hecho click al plantearse esta obviedad, tan ignorada como importante.
Sin más prolegómenos, hablemos de gente, de numeritos y de perspectiva.
La pérdida de perspectiva en cuanto a cantidad de personas
Leyendo mis antiguos posts, me doy cuenta de que parezco el típico hater de las redes sociales. No en el sentido de que me haga cuentas anónimas y me dedique a insultar a gente por diversión, sino que parece que culpo a las redes de todo lo malo que hay en el mundo, y no es así. De hecho, si ha parecido eso en algún momento, algo mal he estado haciendo, porque mi sentimiento no es ese. Sí considero que las redes, si son mal usadas, pueden suponer un gravísimo problema en nuestras vidas, y también defiendo que es una tontería negar que tienen una influencia devastadora en el día a día de mucha gente, que ve sus horas tragadas por aplicaciones que ocultan entre colorines y cuerpos esculturales unas ansias por nuestros datos que no es ni medio normal. Pero esa es otra historia.
Es justo afirmar que, por contra, las redes sociales son la gran revolución de esta época (revolución que creo que solo es superable por la inesperada irrupción en nuestras vidas de la inteligencia artificial y sus infinitas posibilidades, pero trataré ese tema en otra ocasión), y obviar sus bondades es una absurdez. No pretendo ir a contracorriente, ni criticar a las redes sociales desde una, como considero a Substack. Tampoco quiero luchar contra cambios inevitables ni parecer un viejoven por señalar que no es oro todo lo que reluce. Mi única intención, cuando diserto sobre redes sociales, es tratar de poner en perspectiva lo bueno, pero también lo malo.
Y ha sido precisamente pensando en las redes sociales que he caído en la cuenta de algo a lo que las mismas nos han abocado pero que parece pasar desapercibido: la pérdida de perspectiva en cuanto a cantidades de personas.
Voy a tratar de explicarme, porque la cosa tiene chicha.
Mil personas es mucho más que el número 1.000 en una web
Esta especie de blog, newsletter, proyecto de escritura o bitácora digital, toma el término que gustes, está a punto de alcanzar los mil suscriptores. Eso significa que hay casi diez centenas de personas que, en el algún momento tras leer cualquier post mío, han considerado interesante entregarme su correo electrónico y para seguir recibiendo en el mismo lo que a mí me dé la gana escribir semanalmente. Hay casi cien decenas de seres humanos que creen que merece la pena que yo, todos los miércoles a las ocho de la mañana, me cuele en su correo electrónico y les llene la pantalla de mis ideas, inocuas a veces, quejosas otras, pero siempre bienintencionadas.
Lo más curioso es que estamos tan acostumbrados ya a las redes, que nos tomamos los números como una mera cifra que no nos dice nada. Un 1.000 parece una bonita cifra, redonda como ella sola, pero incluso pequeña en un mundo donde cualquier hijo de vecino atesora decenas de miles de seguidores, pero hay que pararse a pensar y no perder la perspectiva.
Mil personas no caben en una sala de cine. Mil personas son un par de bodas multitudinarias. Reunir a mil personas en un mismo espacio requiere pedir permiso al Ayuntamiento porque la cosa puede alterar el orden público. Mil personas es un montón de gente, en definitiva. Mil no solo es ese 1.000 que tan flamante rezará (si no reza ya) en el contador de suscripciones de esta humilde newsletter, sino que supone muchísimo más. Es la reiteración en mil ocasiones de la confianza de desconocidos en lo que escribo. Es la validación de mi manera de pensar, del disfrute de alguien sin rostro que me dice en silencio que le agrada lo que escribo. Es un tesoro.
Y hasta ahora no he sido consciente de ello.
¿Qué suponen 1.000 suscriptores en una newsletter?
Ese número mágico, el millar, no parece muy alto en el mundo de las redes sociales como digo, pero voy a intentar ser sincero sin herir a nadie (aunque qué diablos, si alguien se ofende, tiene la tarea posterior de desofenderse).
Creo que alcanzar las famosas cuatro cifras con un producto que solo ofrece ideas escritas como este, en un mundo tan veloz y visual como el que nos ha tocado vivir, es un hito más meritorio que en otras redes sociales. Yo mismo tenía un perfil de Twitter que rozaba los 10.000 seguidores, y puedo asegurar que la sensación de audiencia que ahora tengo con algo menos de 1.000 suscriptores (diez veces menos, ojo), es infinitamente superior. En Twitter, la gente me seguía porque les parecía divertido cómo interactuaba con otros perfiles. Tocaba temas políticos, trataba de ser directo, demasiado en ocasiones, y discutía muchas veces. Gresca, morbo y jaleo, que le gusta al personal. Al fin y al cabo, mi cuenta de Twitter contribuía al producto rápido, de consumo veloz y carente de pensamiento que tanto critico ahora. Yo era parte de esa fast life en mucha gente. Lo mismo aplica con muchas cuentas de Instagram o Tiktok (no con todas, obviamente).
Ahora Sapientia, así como montones de proyectos mucho mejores que este (independientemente de su número de suscriptores), contribuye a lo contrario. Concibo a cada persona que acepta suscribirse a mi newsletter como alguien dispuesto a echar varios minutos ininterrumpidos leyendo lo que le pongo por delante. Es una declaración de intenciones, un pacto silencioso autor-lector que me parece de otro tiempo. Soy plenamente consciente de que nadie lee todos los posts que recibe al día, y también de que hay montones de posts que se quedan a medio leer. El tiempo que tenemos, al fin y al cabo, es finito, pero voy más allá. La mera suscripción ya significa algo. Es la entrega de un dato tan importante como un correo electrónico, en forma de: hola, autor, me gusta lo que haces, quiero recibir tu trabajo en mi bandeja de entrada.
De veras, creo que cien, quinientos, mil o tres mil suscriptores en una newsletter equivalen a diez veces ese número en una red social de las de siempre. Una fast media, por inventarnos un nombre. Lo visual, lo atractivo, lo morboso y lo veloz no requieren del pensamiento del receptor, en cambio, lo escrito, lo largo, lo engorroso y lo desarrollado, como pueda ser cualquier post de una newsletter, requiere al otro lado a una persona dispuesta a consumir activamente. Y haber llegado, por ahora, a casi mil personas con esa disposición, me parece mi mayor hito en internet desde que vago por estos lares online.
Ojo, que no considero de peor calidad la audiencia de Instagram, por decir algo. Tan solo pongo de manifiesto que, hoy día, es más difícil encontrar a diez personas dispuestas a leer contenido largo que dar con cien con interés en ver fotos bonitas o vídeos graciosos.
Los numeritos son personas
No podía imaginar cuando decidí escribir mis tonterías por aquí que algún día me leería tanta gente como para llenar cinco Boeing 747. Estamos hablando de doscientos coches llenos hasta los topes o de noventa equipos de fútbol. Es una cantidad de gente ante la que me daría vergüenza plantarme en un auditorio y hablar sobre lo que escribo en estos posts. Esta falta de perspectiva se acrecienta, además de por comparación con otras redes, por la falta una imagen clara de lo que las cifras suponen.
Cuando tienes un proyecto, un perfil o cualquier cosa cuyo seguidores o suscriptores crezcan poco a poco, tiendes a solo ver el número, pero quiero recordarme a mí mismo que ese número es gente. Quiero empezar a ser consciente de que, aunque no lo piense cada vez que pulso el botón de publicar, el correo de Nuevo suscriptor en Sapientia significa mucho más que un +1. Que ese individuo es alguien en quien ha resonado la idea que ha leído, que ha considerado que merece la pena dedicar tiempo a lo que pienso y que me permite, como he dicho más arriba, colarme en su día a día.
Me he centrado durante todo el artículo en la cifra de los mil suscriptores porque es el hito que yo estoy rozando, y el que me ha hecho recapacitar al respecto. Pero cincuenta, cien o cuatrocientos veintiuno también es una pasada. Si eres autor, tómatelo como la barbaridad que es. No observes ese 563 como una cifra que quieres aumentar, sino como medio kilómetro de gente en fila esperando para leerte. Es deliciosamente angustioso. No tenemos ninguna responsabilidad en esta red, creo. Ni tú, si es que escribes, ni yo, ni el lector, que puede retirarse en cualquier momento, pero disfrutemos de este contrato que tenemos, de esta confianza preciosa y lenta en un mundo cada vez más rápido y poco reflexivo.
Mil gracias, nunca mejor dicho, hayas leído o no el artículo y este agradecimiento, por haber depositado en Sapientia la confianza necesaria como para darme tu correo electrónico. Entiendo, ahora más que nunca, que tienes una vida que atender. Y te insto a que la atiendas. Ya leerás esto en algún momento, o no. Esta relación entre autor y lector es perfectamente libre, y ahí radica su belleza.
Por otros mil, pero mientras que llegan, por los mil a los que hoy habrá llegado este post.
Gracias.
¡ Qué grande, y me alegro un montón ! Mil gracias a ti, porque cuando abro tus newsletters o lo que sea esto 😂, siempre sé que me vas a hacer reflexionar.
Muchos de los que hemos aterrizado aquí venimos huyendo justo de lo efímero de otras redes. Así que deternos a leer un artículo tan bien escrito como este o cualquiera de los tuyos ( o de otros suscriptores ) es un placer... Y un acto de resistencia. 😉
¡Felicidades amigo mío!
Ha sido un placer ser parte de tu viaje hasta ahora, y ojalá vengan muchos miles más. La reflexion que haces sobre las otras redes la encuentro muy acertada. En Instagram o en TikTok, la gente no se toma el tiempo de absorber lo que se publica. Son medios que no requieren de eso, y la decisión de seguir o dar like a alguien no exige esfuerzo alguno. Es automático.
Mientras que recibir un correo si. En mi caso, mi tolerancia a correos que me molestan es mucho más baja a un post que no me interesa. En Instagram sigo haciendo scrolling, mientras que en mi correo me doy de baja en un instante.
Un abrazo.