Cinco detalles maravillosos de ser tu propio jefe
No te voy a regalar la panacea, pero a veces ayuda leer las palabras de otros que han estado donde tú te encuentras hoy.
Hace meses escribí un artículo llamado cinco detalles horribles de ser tu propio jefe, en el que podrás imaginar lo que escribí. Lo he releído y suscribo cada palabra, pero noto que el tono en que lo redacté es el reflejo de una época laboralmente difícil. Me parece de justicia compartir hoy la contraposición a ese post, teniendo en cuenta que actualmente me siento más realizado con lo que hago, y considerando que no completar aquél con cinco detalles buenos me hacen parecer una persona desencantada con lo que hace, cuando no es así.
Si trabajas por cuenta propia y esto te trae por la calle de la amargura algunas veces, puedes tranquilizarte. No te voy a regalar la panacea, pero a veces ayuda leer las palabras de otros que han estado donde tú te encuentras hoy. En tu caso, te recomiendo leer el otro artículo – el pesimista – antes que este. Puedes leerlo en este enlace.
Disclaimer. Ya lo he dicho en alguna ocasión, pero lo repito aquí. Soy abogado, por tanto, las sucesivas líneas tratarán de ser generales, si bien quiero dejar claro que mi experiencia en el trabajo por cuenta propia se circunscribe a este ámbito.
Los problemas dependen de ti
Aunque al trabajo por cuenta propia lo recubre un velo de agobio y un exceso de responsabilidad, hay que tener en cuenta que estos son problemas inherentes a esta forma de trabajar, y que por ende no deben ser tenidos en cuenta como algo malo de tu profesión concreta, sino como parte de la misma. Al igual que el autónomo tiene sus fantasmas, el trabajador por cuenta ajena tiene los suyos. Los hoy no sé a qué hora termino, las reprimendas de un superior o un trabajo rayano con la explotación por cuatro duros son problemones propios de algunos trabajos pero que, en ocasiones, se excusan con “es que el mercado es así”.
En lugar de desacreditar ese argumento, por triste, lo haré mío y aceptaré que en los tiempos que corren hay mucha dificultad en lo laboral, pero si ese “el mercado es así” aplica para el trabajo por cuenta ajena, ¿por qué no iba a hacer para el trabajo por cuenta propia?
Partiendo de que ser tu propio jefe trae consigo agobios y responsabilidades que nos quitan el sueño, creo que hablamos de problemas que nacen dentro de nosotros, o mejor dicho, que se pueden afrontar desde dentro de nosotros. Tú, como trabajador de una multinacional en la que te citan a las seis de la tarde para regañarte porque has hecho mal una gestión, no puedes desaparecer y has de tragarte el mal rato cuando te lo impongan. No puedes – o al menos, no debes – replicar al de arriba porque corres riesgo de verte en la calle y si tienes un momento de excesiva angustia, más te vale reponerte porque el contador de gestiones – o lo que sea que tengan para observar que estás trabajando – no se apiada de ti en tus momentos bajos.
El trabajador por cuenta propia, igual que debe gestionar su trabajo, debe gestionar sus problemas. Y esto, que podría parecer un detalle más malo que bueno, he aprendido a verlo como algo positivo. Mis problemas como autónomo suelen responder a situaciones que yo y solo yo puedo solucionar, no existiendo por tanto entes externos que puedan presionarme o aumentar mi sufrimiento. Al disponer de su tiempo, un trabajador por cuenta propia puede parar, respirar, salir a tomar el aire, e incluso dejar lo que está haciendo para seguir mañana con la cabeza en su sitio.
Como digo, partiendo de la base de que los problemas existen en todo trabajo, es la forma de solucionarlos lo que diferencia estos dos regímenes laborales. Mientras que unos pueden traer consigo una imposiciones, reuniones incómodas o asperezas personales, otros han de ser asumidos por uno mismo y, a la vista de que los autónomos somos navajas suizas, esto puede ser hasta bueno.
¿Sueldo fijo o libertad?
Soy un obseso de la libertad. Es mi baza número uno cuando debato con algún amigo que trabaja en una empresa las bondades de lo mío frente a lo suyo. Ellos argumentan que la seguridad que te da un sueldo bien vale soportar ciertos desmanes de los jefes, o algunos abusos en forma de horarios elefantiásicos.
Si la discusión que refiero (autónomo vs currito) se desarrollase al inicio de las andanzas profesionales del contendiente que pretende defender el trabajo por cuenta propia, la mera mención a un sueldo fijo le desmonta el tinglado sin que haya podido articular palabra alguna. Yo mismo me he visto en esa situación y es verdad, máxime porque esa discusión también la he mantenido en mi fuero interno, ya que yo dejé una empresa por cuenta ajena para embarcarme en el ejercicio de mi profesión por cuenta propia.
Ahora bien, cuando pasa un poco el tiempo y superas los vendavales de precariedad y la falta de medios y clientes (no existe un trabajo fácil), si soportas todas esas situaciones que te empujan a plantearse si no sería mejor echar currículums por doquier y aceptar un sueldo para dedicarte a trabajar ocho horas al día para otro, llegas a un punto distinto.
En ese punto, eres más consciente del dinero que ganas y te percibes más libre. Ahora, el argumento que antes te desmontaba, el ansiado sueldo fijo, es perfectamente atacable con la plena disposición de tus horarios, la libertad de llevarte el ordenador donde te dé la gana a trabajar mirando el mar, la posibilidad de pillarte un día libre tras unas jornadas demasiado intensas o la alegría indescriptible que te da un cliente satisfecho.
De todas formas, estas discusiones no deberían ser llamadas así, porque no hay nadie que gane. El que ganas eres tú cuando consigues darte cuenta de que lo que antes te angustiaba sobremanera – que suele ser la incertidumbre de si cubrirás gastos este mes – ha pasado a ser un problema pasado, y que ahora tienes herramientas para evitar verte en situaciones similares a cuando empezaste.
Eres más consciente del dinero
No tengo sueldo fijo, y probablemente no lo tendré nunca, pero eso es porque la rueda ya ha empezado a girar y ya no me quita el sueño. Los brotes verdes se ven, el cerebro aprende a vivir cobrando por lo que haces y facturando diferente cada mes. Tus meses laborales se miden más por la media que por la espera sofocante hasta el día 30, para observar cuan Tío Gilito cómo engrosa tu cuenta. Y te das cuenta de que, al final, ganas más o menos lo mismo que un trabajador por cuenta ajena.
Como es obvio, hay meses mejores y meses peores (la frase estrella del autónomo), pero cuando sabes prever tus ingresos, estos pasan a un segundo plano y empiezas a valorar el resto de cosas que esta manera más individualista de trabajar de otorga.
Ser trabajador por cuenta propia te desarrolla para aprender a ganar dinero de la nada, detectando un problema, aprendiendo a solucionarlo, encontrando a un cliente y consiguiendo que otros hablen bien de ti a clientes nuevos – gracias, generalmente, a trabajos bien hechos con anterioridad –, para concluir dando un servicio que se traduce en la recompensa en forma de cobro. La consecución de esto último, y no desde un punto de vista materialista, es enriquecedora. Conseguir traducir tus habilidades en dinero, que al fin y al cabo es lo que te permite vivir mejor (así es el mercado), tiene un efecto sanador difícilmente descriptible.
Así, el dinero sigue siendo un objetivo, pero esta naturaleza se comparte con la motivación personal y profesional que te otorga su adquisición. Eres consciente del mismo, sabes que tienes que ser previsor y que no debes ser dilapidador porque has sufrido los inicios del autónomo y sabes que las vacas flacas siempre pueden llegar, pero aprendes a vivir de otra forma.
El dinero se convierte en la recompensa a una forma de trabajar que te hace más libre; y aunque no tengas sueldo fijo, cuando consigues mantenerte, valoras más la disposición de tu tiempo que los mil quinientos netos el ansiado día 30.
Puedes (y debes) afilar a la navaja suiza
Para entender este extraño título, sería interesante leer este otro post (sobre las habilidades transversales), pero si no te apetece, te lo resumo.
Las habilidades transversales son aquellas que, aunque no estén directamente relacionadas con nuestra profesión, su adquisición nos convierte en personas más resolutivas y capaces en cualquier ámbito. Así, los idiomas, la capacidad de comunicar o el liderazgo son detalles que sirven para cualquier actividad laboral. Son algo así como las asignaturas de la Universidad de la Vida.
Un trabajador con muchas habilidades transversales se parece mucho a una navaja suiza, porque igual que puede solucionar un problema determinado, tiene capacidad tratar mejor a los clientes, para no sucumbir ante un pico de trabajo o para captar una oportunidad de negocio en inglés, porque el idioma no es una barrera para él. Como podrás imaginar, el desarrollo de estas habilidades requiere tiempo, y como comprenderás, un trabajador por cuenta propia tiene más de este preciadísimo recurso– si sabe gestionarse bien – que uno por cuenta ajena.
Además, nosotros no nos regimos por currículums. Cuando un trabajador entra en una empresa tras un proceso de selección, se da por sentado que sus capacidades, que han sido plasmadas en su currículum y estudiadas con atención por el responsable de recursos humanos de turno, son suficientes para el puesto a desempeñar. Así, un trabajador por cuenta ajena no necesita mejorar sus habilidades transversales; no siente la necesidad constante de afilar su navaja suiza. En cambio, el trabajador autónomo debe hacerlo, y esto se traduce en que, a la larga, te conviertes en un individuo – admito que más por obligación que por gusto – muy completo. Y esto se traduce no solo en un buen desempeño laboral, sino en un mejor desarrollo vital.
Es posible que tu hobby te dé de comer
No quiero parecer naíf, ni que por culpa de este subtítulo el post corra el riesgo de parece el típico persigue tus sueños de manual. Por eso lo he dejado para el final.
Yo no estoy dentro de este grupo de personas. Soy abogado porque es mi profesión, me gusta y me parece un trabajo bonito, pero las leyes no son mi hobby.
Ahora bien, soy consciente de que la monetización de una habilidad con la que disfrutas es inherente al trabajo por cuenta ajena; el famoso tirarse a la piscina. Hay emprendedores que monetizan incluso artículos como este que estás leyendo. Otros que se ganan la vida publicando libros de divulgación de los temas que les apasionan y otros que consiguen ganar dinero con la venta de productos cuya confección empezó como un mero entretenimiento.
En lo personal, mi hobby es la escritura, y aunque hoy en día no monetizo nada de lo que escribo (excepto las demandas y escritos procesales, pero no es esa escritura la que me apasiona, como podrás imaginar), soy consciente de que es algo que podría llegar a lograrse.
No tengo siquiera la intención hoy día, pero por lo que leo y observo, creo que conseguir ganar dinero de lo que te vuelve loco puede conseguirse, y el trabajo por cuenta propia es el régimen más adecuado para ello, porque difícilmente vas a percibir un sueldo del bolsillo de otro por escribir lo que te apasiona o por vender patucos de ganchillo hechos con lana merina.
Pd. Sé que hay trabajadores por cuenta ajena que trabajan de lo que les apasiona. A esos, sin más, mi más sincera enhorabuena, porque van varios pasos por delante del resto.
Yo trabajo para una empresa, pero siempre me ha seducido la idea de emprender.
El punto de la liberta que mencionas, me aterra, porque a mi me ha funcionado sentir la presión del regaño para completar mis tareas. Soy muy flexible conmigo mismo, así que no me confío de mi mismo para lograr mis tareas. Quizá es algo que se desarrolla con el tiempo, pero lo vuelvo a decir: me aterra!