Una ferviente defensa a la familia tradicional
No comprendo de qué profundo hueco de la psique de una persona nace la idea de atacar a otro individuo que ha decidido hacer algo legítimo de forma libre.
Asisto asombrado a las vueltas que da el mundo. Tan rápida como es la actualidad, el presente se está desvirtuando de forma fugaz, haciendo casi imposible pararse a tomar un respiro. Y yo, que pretendo de hecho que mi vida se base en ese stop consciente, en paradas bien pensadas que me permitan paladear la vida, tengo la continua sensación de vivir arrollado.
Para cuidarme de esta verdad, trato de encender poco la televisión. Abandoné las redes sociales más rápidas como ejercicio de autocuidado mental y trato de buscar refugio en la escritura, como es el caso, en la lectura, o en los míos (¡y ahora también en el deporte!). No es una huida, tan solo un darle la espalda a un presente que en el momento de pronunciarlo ya es pasado. Me angustia, permítaseme usar esta palabra aunque no lo sienta de forma tan exagerada, el memento constante de que el futuro viene como una apisonadora, que ya es ya, que lo estamos haciendo todo mal y que, si pretendes reorganizarte para solucionar cualquier cosa, vas tarde.
No sé muy bien de qué va este post, porque lo estoy escribiendo en el mismo presente (hilarante). Cierto es que tengo una idea en la cabeza, y conforme escribo estas líneas aún no tiene título, pero creo que atisbo un faro al que dirigir mi mensaje. Trataré de hacerlo sin demasiados rodeos.
Las críticas a las mujeres que deciden en libertad
A veces caigo y me pierdo durante más tiempo del que me gusta admitir en redes sociales. Youtube es mi punto débil. Me interesan mucho la actualidad, la política, la geopolítica y el derecho. Me llama la atención saber qué pasa en el mundo, pero son precisamente estos temas los que más rápido se suceden en lo que quieren que percibamos como presente. Si me gustara, qué sé yo, el mundo del caballo o ver vídeos de las últimas tribus africanas, no sentiría que todo va tan rápido. Pero los juicios más mediáticos, las protestas sociales, las reformas legislativas y los salseos políticos e internacionales son los principales moradores de mi feed de Youtube.
Es precisamente de uno de los fenómenos que más observo últimamente de lo que quiero hablar hoy, concretamente una de esas críticas sociales. Detecto a mucha gente criticando a mujeres que deciden dedicarse a cuidar a su familia, o bien de forma exclusiva, o trabajando menos horas para disfrutar de sus hijos. Que si sometidas, que si patriarcado, que si gobernadas por un varón que las ata. Y yo me pregunto, ¿acaso si esas mujeres deciden de forma libre dedicar su vida a la familia, existe alguien en el mundo con potestad moral para cuestionarlas? No comprendo de qué profundo hueco de la psique de una persona nace la idea de atacar a otro individuo que ha decidido hacer algo legítimo de forma libre.
Leo argumentos tan hilarantes como inaplicables al caso. Que si las mujeres han vivido históricamente relegadas a los hombres (¿eso implica que ninguna mujer pueda hacer libremente cosas que antaño hacían obligadas?), que si dedicarte a la familia es un acto reaccionario, que si la familia tradicional es un problema (esto no hay por dónde cogerlo y luego hablaré de ello). Madre mía, pienso. El mundo está enfermo. Es como si un loco se levantara un día y criticase a los árboles porque resulta que el dióxido de carbono que expulsan por las noches no le agrada. O si se unieran formaciones de indignados porque resulta que los humanos caminamos hacia delante, y no hacia detrás. Mire, camine hacia donde quiera, pero no me diga a dónde tengo que dirigirme yo.
Si una mujer prefiere trabajar a media jornada para cuidar a su bebé más tiempo, ¿acaso soy alguien para recriminarle algo? Ni yo, ni ninguna otra mujer, más faltaría. Primero porque no la conozco, y segundo porque aunque la conociera, mientras ella decida de forma consciente, meditada y libre (muy importante esto último), el cuento se acabó y aquí no hay nada más que decir.
La importancia que tiene la libertad en estos casos es capital. En el momento en que una señora se vea obligada a no salir de casa, como ha ocurrido históricamente, es el momento de oponerse. Es el momento de ayudar y de socorrer, llegado el caso. Lo que critican hoy no es eso, sino que una mujer echando horas en la cocina se parece a aquellas épocas, pero lo cierto es que nada tiene que ver. Más violenta es, a mi gusto, la situación de una trabajadora que es obligada a echar horas extra, situación que sí ocurre muchísimo en nuestro país (también a los trabajadores, pero hoy estoy hablando de mujeres), y aquí nadie dice nada. ¿Por qué? Porque una mujer sentada en una oficina se parece a alguien exitoso. Recuerda al concepto de mujer empoderada que gana dinero. Y lo dicho, lo que importa aquí es la libertad. Si la primera cocina encantada y la segunda trabaja los domingos obligada, una de las dos está siendo sometida, violentada y no respetada. Y no es la que está rellenando un pavo mientras está atenta a su bebé.
A mí no me gusta el movimiento tradwife (esposas tradicionales, que es como se llama a la corriente de las chicas que deciden vivir más enfocadas a los cuidados familiares), pero no me hace daño y creo que a quienes lo practican tampoco, por ende, no creo que deba criticar a nadie que lo siga.
Y hablo de las tradwife aquí porque la consecuencia de su existencia siempre es lo mismo: la crítica constante a la familia tradicional.
La abolición de la familia tradicional
La cosa es que ese tema siempre termina con la criminalización de la familia tradicional, que es de lo que quería hablar hoy. No hay debate que empiece con una chica cocinando que no termine con la matraca de que hay que abolir la familia tradicional. ¿Pero qué locura es esta?
Huelga decir antes de continuar que la familia tradicional tan solo es la formada por una pareja de hombre, mujer e hijos. Fin. Nada tiene que ver con que la mujer no trabaje, con asunciones machistas ni con ideas antiguas o carcas. En absoluto. Una familia tradicional es la mía, de toda la vida. Con papá y mamá trabajando y dos hermanos más felices que un bendito.
Hoy me enerva más el tema, que voy por la tarde al cursillo prematrimonial porque a finales de este año cometo el, por lo visto, acto más transgresor y peligroso que una pareja puede llevar a cabo: casarme por la Iglesia. ¿Y saben ustedes por qué vamos a hacerlo así mi novia y yo? Pues porque nos da la gana, sin más. Sin mayor explicación que esa: el puro y simple ejercicio de la libertad en pareja.
Yo no sé, de veras que no alcanzo siquiera a arañar un significado lógico, qué le importa a un grupo de universitarias de Huesca que mi novia y yo queramos ser un matrimonio para toda la vida y, si todo nos sonríe, tener hijos. Desconozco dónde radica la convicción de un señor de una ciudad a mil kilómetros de la mía de que sus decisiones son mejores que las nuestras. De veras que yo no quiero entrar a valorar lo que cada cuál hace con su vida, pero cuando le dictan a uno lo que está mal de sus actos, tiende irremediablemente a observar al interlocutor y a levantar una ceja analizadora.
Creo que gran parte de este problema lo tienen las sectas ideológicas. Y digo creo porque queda un poco menos sobrado, pero lo cierto es que lo tengo clarísimo. Esos días en que la desidia me vence y me revuelvo unas horas entre las olas de la actualidad, veo a grupúsculos de personas convencidas de que forman parte de algo. Y lo más importante, fervientes defensoras de ese algo hasta el punto de que, si llega alguien que no comulga con sus ideas, se le toma como un enemigo. Aunque la actitud del agresor sea totalmente pacífica o neutral. No estar de acuerdo con ellos es en sí una posición activa en su contra, y esto es peligroso. Lo es porque mucha gente que tan solo queremos ir a lo nuestro, construyendo nuestra vida sin mirar hacia afuera, nos vemos abocados a críticas, violencia y problemas. Sin querer formar parte de su guerra, que en miles de ocasiones ni conocemos que existe, somos arrastrados por nuestra forma de vivir a sus moralinas y reprimendas.
Así, se sienten con la autoridad de criticar a una mujer que decida cocinar para su novio, como vimos hace unos meses en redes, porque sus actitudes atentan contra la libertad de las mujeres y pueden suponer un peligro para las nuevas generaciones. También se ven con derecho a ser escuchados e incluso tienen la ridícula desfachatez de atacar a la familia tradicional, porque se han empeñado en relacionarla con determinados grupos políticos.
Y es importante y triste reseñar lo siguiente: que un grupo político abogue por la familia tradicional no convierte a todas las familias tradicionales en adeptos a dicho grupo. Es tan triste tener que explicarlo. Que una mujer y un hombre se casen, construyan una vida y tengan hijos, para en un futuro tener nietos y vivir en lo que se ha conocido siempre como una familia, no solo es un acto normal, sino que es saludable, bonito y en mi opinión ojalá perdure para siempre, porque sin esa forma mínima de unión social nos veríamos abocados al fin.
La familia tradicional no es algo contra lo que luchar. La gente que se empareja y crea una familia tan solo se centra tener dentro de su casa lo más importante de su vida; un algo en lo que creer, pero que no es etéreo. Algos con nombre y apellidos, con sangre compartida, con anhelos y deseos comunes.
Respeto todos los tipos de familia, de veras que sí, aunque yo decida que la mía sea tradicional. Lo que odio, y creo que no odio muchas cosas en la vida, es que gente que escoja otras formas de vivir, en lugar de limitarse a ello, enfoque sus fuerzas en criticar la elección de los demás.
Me han estafado (…)
Para terminar, me parece de recibo mencionar un fenómeno del que nadie se dio cuenta en esos años en que empezaba a estar de moda toda esta crítica incesante. Y es que se empiezan a ver personas de treinta años que, golpeadas por la extraña luz que te da en la cara cuando llegas a la tercera década de vida, se arrepienten porque han desaprovechado su existencia en manifestaciones por convicciones etéreas que te escupen si lo dicta quien proceda o en actos que, digamos, han marcado su currículum para siempre. Me han engañado y ahora no hay nadie que se fije en mí, escuché el otro día a una chica que había dejado una famosa aplicación pornográfica y ahora quería sentar cabeza y buscar pareja. Los mejores hombres ya están casados o emparejados de muchos años, decía otra en un podcast, al darse cuenta de que, habiéndose cansado del mundo rápido en el que vivía, ahora quería formar una familia y tener domingos de manta y sofá.
El hecho de tener derecho a hacer lo que te dé la gana no trae implícito que el resultado guste a los demás. Esta realidad siempre se ha ocultado a quienes ahora se dan cuenta de que la vida real, la que está ahí fuera, es inclemente y te aparta sin cuestionarte. Es trístísimo ver a esas chicas arrepentidas, llorando, pidiendo cambiar de bando y tener lo que siempre han criticado. De veras que me rompe el alma. Me han estafado, decía otra en un vídeo perdido que ya no recuerdo. Sí, lo han hecho, y me apena mucho el resultado.
Espero que todo esto quede como un mal sueño, como pasa con las guerras y las pandemias. Espero que la gente se reconcilie y aprenda a vivir sin estar de acuerdo. Espero que ese ímpetu acusador se diluya con el tiempo y vivamos en armonía ya sea teniendo una familia tradicional, siendo soltero, dedicando nuestra vida a las manifestaciones o limitándonos a vivir como nos dé la reverenda gana.
Eso sí, en libertad.
Hola Edu,
Tú lo has resumido a la perfección: el mundo está enfermo. Lo preocupante del tema es que vamos a peor. Es por ello que yo también dejé de visitar perfiles sociales que solamente lanzaban mensajes de ¿odio? ¿ideologías concretas? ¿noticias sin contrastar? Es una amalgama de improperios difícil de soportar.
Ahora solamente veo Youtube, igual que tú, pero tengo todos esos canales que comentas bloqueados. Cada vez que me recomiendan algo de actualidad, geopolítica o temas sociales, le digo al algoritmo que deje de recomendarme esos canales. Yo solamente veo videos de automoción (pruebas de coches), videos de naturaleza y, sobre todo, videos relacionados con la filosofía y curiosidades históricas. No veas la calma que siento desde que lo hago.
Hoy en día la sociedad se cree en el derecho de opinar sobre todo sin tener la más mínima idea de nada. Lo veo en mi entorno. Ayer mismo en una reunión de trabajo empezaron todos a opinar que la gente está más enferma ahora que antes, y que todo es por culpa de las vacunas. Que nos han engañado. Según todos, menos yo, que permanecí en silencio sepulcral, la vacuna nos ha hecho más frágiles y nos ha jodido la vida. ¿Qué puedes decir a ello? ¿Merece la pena decir algo? Es la sociedad que estamos creando. Personas psicóticas o psico-dependientes que prefieren creerse lo que dice un video de TikTok a documentarse e instruirse bien acerca de aquello que les preocupa.
No merece la pena ya ni luchar contra ello, porque te quedas sin amigos o sin gente con la que socializar. Yo soy el ejemplo viviente. Apenas salgo ya con nadie porque no me gustan los derroteros por los que van las conversaciones en muchos casos. Eso sí, no hables sobre temas filosóficos, humanísticos o sobre cultivarse a uno mismo, porque entonces ya eres el hazmerreír de más de uno. Aprender cosas nuevas e intentar ser mejores personas ya no está de moda. Lamentable, pero cierto.
Siento ser tan pesimista en estos temas.
Un abrazo Edu. 🤗
Gran trabajo amigo mío.
Uno de los pilares fundamentales de la democracia liberal, es el principio de la no intervención en el plan de vida de los demás. Esto es, siempre y cuando, ese plan no tenga un impacto negativo en los proyectos de vida del prójimo.
Podemos cuestionar en qué medida es realista que los proyectos de vida individuales no afecten negativamente al de otros. Sin embargo, en cuanto dejamos de adherirnos a ese principio, estamos coaccionando de manera inevitable las libertades de terceros. Si decidimos que la posición o creencia ideológica de una persona, o grupo de personas, ha de imponerse por encima de las demás, estamos recortando la autonomía de los individuos. Y para mí, esto es inmoral.
El feminismo es perfectamente compatible con la democracia liberal (en términos prácticos defienden exactamente lo mismo). Pero es evidente que sus interpretaciones más extremas, muy influenciadas por la dialéctica marxista de oprimidos y opresores que solo pueden remediarse mediante la destrucción total del status quo, ha degenerado en el problema que mencioné al principio. Si a esto sumamos la tribalización que a día de hoy parece inevitable en todo el discurso político, acabamos con ideologías que pretenden silenciar y dominar los demás.
Lo más triste de todo es lo que comentas al final. Hay muchos que por años han enarbolado estas ideologías como estandarte, y hoy se encuentran desilusionados/as. No pretendo minimizar el sufrimiento y la injusticia que existe en el mundo (porque es muy real), pero lo que estos planteamientos fallan en reconocer es que la realidad es compleja al extremo. Y las soluciones sencillas y radicales, no suelen cosechar buenos resultados.
Un abrazo amigo.
Por más reflexiones como ésta.