He domado al algoritmo y he descubierto el internet amable
Hoy en día, encontrar amabilidad en internet es difícil, casi imposible, y no me refiero a un comentario con corazoncitos en un post perdido de Instagram, pues de esos hay millones.
Cuando decidí abrirme una cuenta en Substack (por si no lo conoces, es la plataforma desde la que escribo estos posts que se envían por correo), lo hice con la timidez de quien entra en el cine cuando ya se han apagado las luces y han empezado los tráileres.
Pero cuando tomé asiento, descubrí que otra forma de navegar por internet es posible, más parecida a un apacible paseo en barca que a la pesca de cangrejos del Mar del Norte, aderezada con marejadas que harían tambalearse al más pintón. Y es por ello hoy quiero hablar del internet amable. Uno que empecé a descubrir en Substack y que ahora intento disfrutar en toda la red.
Aviso, me he inventado como un canalla el término internet amable. No lo busquen por ahí porque no es fruto de sesudos estudios. Es una tontería más de este que escribe.
Mi relación con internet antes de abrir Sapientia era un descontrol. Horas perdidas en el infinito scroll de reels, stories y shorts, sensación de resaca digital a diario, ansiedad por el alcance de mi último tweet… el cuadro médico completo del que sufre el síndrome de abstinencia de cualquier sustancia estupefaciente. Sé que parece alarmista, pero era mi percepción y, por tanto, mi realidad.
El caso es que borré aquella vida con la sabia decisión de dejar todas las redes, una de las primeras anécdotas personales sobre las que escribí por estos lares, y empecé a tomarme todo lo digital de forma más consciente. Mentiría si hoy afirmase que lo he conseguido, pues sigo teniendo mis recaídas, pero al menos ahora las detecto, las etiqueto y las aparto en cuanto me doy cuenta. Y eso ya es un paso.
Pero hoy no estoy aquí para hablar de aquel cambio de paradigma online, porque ya me he referido a él de forma insistente durante estos meses, sino que quiero hablar de un concepto del que se habla poco (porque me lo he inventado, ya digo): el internet amable.
El miércoles pasado, mi hermano leyó el post de Sapientia correspondiente, en concreto, fue este. Al terminar, me mandó un mensaje y me dijo algo así como: “Hermano, he leído los comentarios de algunos de tus posts, y qué agradable es la gente, por Dios”. Más razón que un santo, si me preguntan.
Hoy en día, encontrar amabilidad en internet es difícil, casi imposible. No me refiero a un comentario con corazoncitos en un post perdido de Instagram, pues de esos hay millones. Me refiero a respuestas reflexivas, amables de corazón, argumentadas desde el respeto y cuyo contenido te hace ver que quien lo ha escrito se ha tomado su tiempo en leer, pensar y responder. Eso, en estos tiempos, es oro digital. En mis posts de Sapientia, un montón de gente desconocida (hago hincapié en este apelativo porque dota del doble de mérito a lo que sigue) para, dedica los minutos necesarios para leer y comenta preciosidades las más de las veces. Y eso, a alguien que ama escribir, le llena por dentro.
Aprovecho aquí para agradecer a todas las personas que algún día se han parado a poner un comentario en cualquier post de Sapientia. Es bonito saber que lo que uno publica se lee en otras partes por personas que no se conocen. Reconforta y empuja a este que suscribe a sacar su rato semanal para repetir el proceso cada miércoles.
Frente a la catarata de publicaciones vacías que consumimos de forma impulsiva con la cabeza desconectada o, peor aún, en modo short, se erige el contenido lento, que requiere de ti más tiempo. Que te pide con descaro cinco minutos (el equivalente a un tesoro en la vida digital) sin más promesa que el poso de un mensaje que algunas veces te hará tilín y otras veces no. Como la vida misma. Esos bastiones, ocultos la mayoría de las veces, se van construyendo con el tiempo a fuerza de publicaciones largas, construidas semanal, quincenal o mensualmente, carentes de la velocidad que hoy demanda la mayoría. Y quizás ahí radica el valor de esos blogs, canales de Youtube, newsletters o perfiles que podríamos denominar como parte de la slow net.
Y no solo ocurre con el contenido escrito. También pasa en lo audiovisual y es una delicia. Creo que debo haber domado el algoritmo, porque ahora Youtube (con diferencia la plataforma que más consumo) ha empezado a recomendarme rarezas que yo percibo como joyas en bruto. Es como si la máquina hubiera comprendido que me gusta lo que aún no es tan conocido, porque mantiene esos detalles, esa pátina de obra carente de convencionalismos, llena de libertad creativa. Me gusta cuando encuentro alguna de estos diamantes audiovisuales, y creo que compartirlos por aquí es una forma de guardarlos para siempre, de tenerlos a mano.
No soy de recomendar ni de adjuntar vídeos o canciones en estos posts, pero me parece de recibo ilustrar estos párrafos con un par de ejemplos de este internet amable que intento transmitir. No pretendo que te gusten, sino que percibas ese je ne sais quoi que tienen ciertos canales que yacen aún hundidos. Ajenos a la vorágine ávida de likes, con las miniaturas diseñadas siguiendo los mismos patrones para hacerte picar en el clickbait.
Nada de eso contiene este tipo de contenido que tanto me transmite, y quizás por eso me gusta tanto, porque no percibo que me intente vender nada, sino que me respeta como consumidor y me permite embelesarme sin más. Me encanta esa suerte de silencio tácito, ese ofrecimiento al disfrute de lo bello sin capas de marketing de por medio. Son pequeñísimos oasis que agradezco.
The Lost Tower, por Florent Lebrun
La primera recomendación es un vídeo de un youtuber llamado Florent Lebrun. No llega a los veinte mil suscriptores, una cifra bajísima hoy en día, dadas las audiencias que hoy se manejan en Youtube. En dos minutos y medio, el vídeo muestra una especie de tráiler llamado The Lost Tower. Será la música, la animación, los colores, no lo sé. Es una obra preciosa, que aunque parezca la presentación de algo mucho más grande no implica que se esté desarrollando esa historia en forma de cortometraje. Para que un escritor lo entendiera, digamos que estamos ante una simple escena, no ante una historia. Espero que lo disfruten.
Espero que se entienda lo que trato de expresar. Hay un internet amable ahí abajo, luchando lentamente por surgir, donde se crea contenido de calidad. Al igual que existe la Deep Web, esta Nice Web también está oculta, y si bien sus obras son reconfortantes, frescas y originales, llegar a ellas es también muy difícil.
Gregotechno
También me ha ocurrido con la música. Hace poco descubrí (no sé por qué llegó el recomendador a la conclusión de mostrarme sus vídeos, pero acertó al cien por cien) un canal aún menos conocido que el anterior, con tan solo siete mil suscriptores. Se llama Gregotechno, y es un grupo de música que fusiona el techno con la música gregoriana. De verdad, no puedo hacer más que dejarlo por aquí, porque no puedo añadir nada al concepto.
Delicia, a mi gusto (y perfecta banda sonora para escribir, buen ejemplo de ello es este post).
Que un canal con esta calidad tan solo tenga siete mil suscriptores también es una mensaje claro: no es lo que gusta a la mayoría. Yo lo disfruto, y creo que muchos de quienes leen Sapientia cada miércoles sabrán apreciarlo, pero la realidad es que no son obras para el gran público, parece ser. Será que somos unos raritos.
Me gusta pensar que Sapientia forma parte del internet amable para algunas personas. No porque considere que alcance cotas de genialidad tales como las que he enseñado más arriba, sino porque mantiene esa esencia de no querer trascender, tan solo compartir. Porque no está atada a formas tasadas de hacer las cosas para generar más, porque tan solo busca ser un escaparate de lo que pienso, persigue enseñar mi punto de vista del mundo y no aumentar el ruido, sino servir de refugio contra el mismo.
Me encantaría que me dejaras en comentarios (o que contestases a este correo) un ejemplo de tu internet amable. Ya sea un vídeo, una canción o un post concreto, lo que sea, en el formato que sea. Algo que te haya hecho aparcar por un momento el constante ruido digital y que te haga sentirte en un lugar ameno y agradable. Un sitio donde quedarte a vivir un rato sin que nadie te lo pida de forma directa.
Espero que pasen un buen verano. Un abrazo.
Yo también he logrado moverme sólo por la "nice web", Edu. Sólo me muevo por Substack y Youtube. A veces pienso que el algoritmo de Youtube es la persona que mejor conoce mis gustos e intereses... 😄 Y, aunque no deja de ser un poco inquietante que una empresa conozca tan bien esa parte de ti, a un nivel práctico mola mucho tener al algoritmo bien enseñado.
Bueno, que me desvío del tema.
Ya que nos has preguntado por cuáles son nuestros refugios del internet amable, te comparto uno de mis creadores de youtube favoritos (y que también está aquí en Substack): Nathaniel Drew. Es un chaval increíble al que sigo desde que tenía cuatro gatos de seguidores hace años. Hoy en día tiene no sé cuántos millones, pero su comunidad sigue siendo muy amable y respetuosa en los comentarios. Igual que lo es él.
Te dejo por aquí el link de uno de sus video-ensayos que más me gustan, por si te apetece verle: https://www.youtube.com/watch?v=y_bulOJEVjY
Un abrazo grande!
La cuenta de @purificaciongarcia en instagram. Te sorprenderá 😘