El profundo código moral samurái: el Bushido
Tras indagar sobre los samuráis, me he topado con una figura histórica con un bagaje filosófico y reflexivo digno de mención.
Estos días, a raíz de distintas obras audiovisuales de temática japonesa feudal que han llegado a mi vida a la vez (series, películas y videojuegos), he ahondado mucho en el mundo y la filosofía de los samuráis. Yo, que siempre los he considerado temibles guerreros ataviados con armaduras de discutible estética y afiladas katanas, me he topado con una figura histórica con un bagaje filosófico y reflexivo digno de tener en cuenta.
Como soy un intenso, me he sumergido en sus conceptos y he descubierto que la figura del samurái ha cambiado por completo para mí, hasta el punto de considerar muy interesante dedicar este post al Bushido, o Camino del Guerrero: el código moral y ético que estos duchos guerreros seguían a rajatabla.
Te lo prometo. Además de la unidad única del imperio japonés en el Age of Empires II, estos individuos eran mucho más. Me dejo de introducciones ya, y vamos al tajo (nunca mejor dicho).
Los samuráis, ¿monstruos o héroes?
Debe ser algo atávico, pero lo oriental nos supone un choque cultural muy difícil de esquivar a los occidentales. De alguna forma, lo que se extiende en la derecha lejana de nuestros mapas se percibe como alejado por una infinita distancia cultural, hasta el punto de que (al menos yo) consideramos que nunca conseguiremos comprender del todo las culturas orientales. Por obvios motivos históricos, no ocurre lo mismo si hablamos de las Américas.
Quizás por eso, yo me imaginaba a los samuráis como bárbaros sin más. Salvajes asesinos que defendían con sangre y muerte su tierra, conformando una suerte de monstruos peligrosos y casi legendarios. Pero he descubierto que mis prejuicios me jugaron una mala pasada, porque no sabía hasta qué punto esta descripción era errónea.
Aquella atrevida simpleza, de la que hoy me avergüenzo, era el resultado de quien no se había sentado a indagar, y ahora que lo he hecho, debo decir que he recibido una cura de humildad. Estos caballeros de la época del Shogunato japonés (siglos XII a XIX) eran guerreros de la nobleza (en su mayoría), algo así como aristócratas, que gozaban de un respeto y unos códigos impresionantes incluso hoy en día.
Por supuesto, eran duchos en el arco y las catanas, pero su formación no se limitaba a las armas. Estudiaban matemáticas, literatura, caligrafía, filosofía, ceremonias del té (sí, esto se estudiaba) y composición poética (los famosos haikus). Hombres formados, prácticamente sabios, cuyas vidas se regían en lo moral por un recto código: el Bushido.
Si tu cabeza pensaba como la mía, espero que este artículo te haga cambiar de opinión. Más que despiadados asesinos, eran instruidos guerreros nobles.
El Bushido y la pérdida del miedo a la muerte
El Camino del Guerrero: Bushi, significa “guerrero” y -do, “camino”.
Esta poética forma de nombrar al código ético de estos míticos hombres fue uno de los detalles que me ha hecho embarcarme varios días en la lectura y el estudio compulsivo e interesantísimo de su historia y modus vivendi.
Las reglas comportamentales del samurái eran respetadas con celo por quienes eran dignos de ser llamados como tal. Toda la vida de un samurái se regía con ciertas prácticas que ahora comentaré, hasta el punto de que la falta de rectitud moral en atención al Bushido, tenía una forma brutal de ser castigada: el harakiri o seppuku, el suicidio ritual.
Si un samurái no respetaba el bushido, ponía fin a su vida de esta horrenda manera, lo cual terminaba por engrandecer la leyenda de los propios samuráis en su conjunto, toda vez que su rectitud vital era tan respetada que su descuido derivaba en la muerte. Se lanzaba el mensaje de: No existe el mal samurái. Un samurái es buen samurái o no es nada.
Y este recelo a la hora de respetar sus propias creencias y actitudes frente a la vida se lograba acabando con el miedo por excelencia de todo ser humano: el miedo a la muerte. El eje central del Bushido era la ausencia de miedo a morir, lo que les otorgaba un grado de libertad sumo, permitiéndoles escoger siempre el camino correcto, sin que las consecuencias peligrosas que dicha elección pudiera tener actuasen como freno o motivo de duda.
Párate a pensarlo por un momento: si te extirpasen el miedo a morir, ¿cómo vivirías? Los samuráis usaban esta liberación para ejercer lo correcto, y creo que esta forma de vivir es moral y filosóficamente brutal.
Como apunte, decir que en su pensamiento estaba muy arraigado el Confucianismo, pero como no quiero irme por las ramas dejo el apunte aquí por si en un futuro ahondo más en esta rama filosófica y puedo enlazar un futuro artículo a este que estás leyendo.
¿Cuáles eran las reglas del Bushido?
El Bushido se regía por virtudes. Consideraba que el guerrero, en su camino, debía observar siete virtudes: justicia, respeto, valentía, honor, benevolencia, honestidad y lealtad. Y todas ellas debían ser llevadas al extremo durante toda la vida, de lo contrario, la misma debía terminar, siendo uno mismo quien le pusiera fin. De hecho, los samuráis defendían que no necesitaban que nadie fiscalizase su comportamiento, porque ellos mismos lo hacían como individuos.
Veamos ahora someramente cada una de las virtudes del bushido:
El samurái debía ser justo (gi). La justicia regía sus actos, y su forma de vivir iba siempre enfocada al restablecimiento de la misma. Se podría decir que el samurái tenía un modo algo maniqueo de ver la existencia, porque a su modo de ver sólo existía lo justo y lo injusto. Y había que luchar por lo primero.
Con respecto al respeto (rei), debe ser entendido este como la ausencia de actos crueles e innecesarios. Esto, que parece fácil, a mi gusto es de las cosas más difíciles de este código ético, porque no podemos olvidar que hablamos de guerreros, y ese respeto debía ser demostrado siempre: incluso en la batalla, contra sus enemigos. Ahí radica el mérito.
Un samurái, además, debía siempre ser valiente (yuuki). Parece lógica esta virtud, atendiendo a la coyuntura vital de los señores que seguían el bushido. La cobardía era la antítesis de un samurái, y recordemos que si en un momento de flaqueza mostraban cobardía, se fallaban a sí mismos y debían (en cumplimiento de ese mismo código al que habían faltado) proceder al suicido ritual. Una de las más importantes virtudes del samurái.
Honor (meiyo). La honorabilidad era la otra piedra angular de la vida samurái. Es difícil explicar esta virtud, pero creo que si se da un paso atrás y se observan todas las virtudes en conjunto, se entiende que la vida honorable es la consecuencia de todas ellas. Un acto de deshonor implicaba una mácula imborrable en el currículum vitae de uno de estos firmes guerreros, cuya consecuencia ya he explicado previamente.
La benevolencia (jin) debe ser entendida como la empatía con los demás. Hay que tener en cuenta que esta figura gozaba de mucha consideración por la sociedad japonesa, por lo que debían dar ejemplo y enfocar sus actos y su vida entera a ayudar a los demás, que generalmente eran más débiles que ellos. Un samurái no debía ser un superior tirano, sino un protector honorable, dispuesto a una muerte a la que no tenía miedo por ayudar a los necesitados de su protección.
Un samurái debía ser honesto (makoto) si quería seguir a rajatabla su recto código. Aquí entra en juego el valor de la palabra del samurái. En su época, la promesa de un samurái equivalía a la realización del acto prometido, dándose por hecho que si aseguraban que harían algo, ese algo sería realizado con seguridad. No existía la posibilidad de que un samurái prometiera algo y que incumpliera su promesa. Todo lo contrario al fantasmón de nuestro días.
Por último, el samurái debía mostrar una total y absoluta lealtad (chuugi). Aunque pueda parecer que estos guerreros no tenían a nadie por encima en la sociedad, lo cierto es que todo samurái rendía pleitesía a un señor (los daimyō o daimio), que era su soberano. Si un samurái perdía a su señor, ya sea porque este tuviera que cometer el acto del harakiri, o porque lo repudiara por cualquier otra causa, este quedaba huérfano de señor, y era condenado al ostracismo (o terminaba cometiendo el suicidio ritual). Así, los samuráis tenían que mostrar lealtad a sus señores, pero también a las personas a las que prometían proteger, como hemos visto antes.
Es interesante aquí la figura de los Ronin, samuráis sin señor que se veían abocados a vagar por la tierra, condenados a ser parias, muchas veces sin merecerlo. Al perder a su amo, no podían permitirse buscar otro, porque ello implicaría la violación de la lealtad que le debían a aquél, de modo que vivían en una contradicción constante, que muchas veces terminaba en una vida de delincuencia. Los Ronin no eran bien considerados, y eran contratados como mercenarios.
También había Ronin que no habían tenido nunca el estatus de samurái, por lo que vagaban desde siempre, sin un amo al que rendir pleitesía.
Aplicar el Bushido hoy en día, ¿es posible?
Observando en nuestra época los preceptos del bushido, queda claro que un código moral como ese sería muy difícil de llevar a cabo en la sociedad actual, pero intentar tenerlo presente en el día a día, algo así como preguntarse ¿qué haría un samurái en esta situación?, a parte de sonar bastante épico, es algo filosófica y moralmente interesante.
Si partimos de que el bushido se aleja de toda ideología y religión, y nos lo tomamos como una forma de tomarse la vida, la asimilación y el desarrollo de los preceptos que pone sobre la mesa tendrían como consecuencia una vida plena, tanto para uno mismo como para los demás hacia nosotros. Obviamente, las barbaridades como el harakiri hoy día no tienen cabida, pero este suicidio ritual es también muy interesante, porque nos recuerda que hay que perderle el miedo a la muerte. No para vivir de forma arriesgada, sino para liberarse del yugo que supone el constante memento mori, que puede paralizar en muchos momentos al individuo.
En resumen, perder el miedo a la muerte (o no pensar constantemente en ella como algo malo, sino como en una fase de la vida), y la aplicación de conductas honorables, empáticas y respetuosas, amén de otros detalles igualmente importantes. Si eso no se parece a una vida plena, que alguien me explique qué lo es.
Además, los samuráis se formaban durante toda su vida, aprovechando los periodos de paz para desarrollarse personal y culturalmente, apostando por la creatividad y el estudio constantes. Si los samuráis hoy en día existieran, algo me dice que no perderían las horas muertas scrolleando en las redes sociales. De hecho, dudo que tuvieran redes sociales (¡como yo ahora!).
De hecho, el bushido sigue presente en la sociedad japonesa, sobre todo (según he leído) en las grandes empresas. Los dirigentes y los jefazos de las mismas tratan de mantener estos códigos, a efectos de desarrollar su vida de la forma más recta y moral posible, si bien me cuesta mucho creer que el mundo despiadado de la empresa sea compatible con estos preceptos.
Sumamente interesante Edu. Potentes cada uno de esos valores y la forma en que honran su filosofía de vida… Que bien nos iría si hubiese más de esto y menos del automatismo materialista que abunda hoy día.
Hola Edu. Qué post más interesante sobre los samurais y el bushido. ¿Has leído, por casualidad, la novela "El guerrero a la sombra del cerezo" de David B. Gil?