¿Cómo lucho contra el síndrome del lector desganado?
He confeccionado una pequeña guía en la que explicaré las estrategias mínimamente invasivas que estoy adoptando para recuperar poco a poco mi genuino amor por la lectura.
Ya he dicho otras veces por aquí lo que me gusta leer desde siempre. Es innecesario explicarlo, así como reiterar que esa primera atracción por la lectura derivó en unas ansias de más, que de forma natural se convirtieron en amor por la escritura. La comunión con una historia ideada por otro y plasmada en un libro siempre ha formado parte de mí, pero en los últimos meses se está diluyendo.
No digo que se me esté acabando el gusto por leer, ni mucho menos, tan solo que estoy en uno de esos valles lectores en los que no soy capaz de sostener un libro ni para abanicarme. No es nuevo mi afán literario por auto diagnosticarme síndromes inventados, y hoy he añadido otro a mi vademécum personal: el síndrome del lector desganado.
Los síntomas de este mal se repiten en mi vida de forma cíclica: falta de diversión cuando leo, ausencia de interés sobre nuevos temas en los que indagar, absoluta inquietud cuando trato de obligarme a leer unas páginas… De forma que, como ya conozco estos lodos, he confeccionado una pequeña guía en la que explicaré las estrategias mínimamente invasivas que estoy adoptando para recuperar poco a poco mi genuino amor por la lectura. No quiero alargar más la introducción, vamos directamente al lío.
Leer libros cortos para recuperar el hábito
No sé si has sufrido este síndrome del lector desganado alguna vez. En caso afirmativo, sabrás que el mero hecho de sostener tochos de mil páginas se hace extremadamente difícil. Lo que en otras épocas de bonanza lectora se antoja un mundo inexplorado que apetece descubrir durante sesiones interminables de lectura hogareña, en estos casos el peso del libro es inversamente proporcional a las ganas de leer dicho ejemplar.
Ante esta tesitura, una estrategia que funciona a las mil maravillas es buscar libritos cortos, novelitas que se leen en un santiamén y que te dejan un buen sabor de boca. Estas mini obras, si se eligen con criterio, son verdaderas joyas que te acompañan durante unas horas, sin presiones, sin exigirte mucho tiempo, y que luego te sueltan la mano dejándote la agradable sensación de estar recuperando el amor por leer.
Bratleby, el escribiente, de Herman Melville, Helena o el mar de verano, de Julián Ayesta o Novela de ajedrez, de Stefan Zweig son perfectos ejemplos de estas historias microscópicas que te secuestran durante una mañana de domingo, que te acarician el sentido del gusto y que luego te abandonan en esa amarga sensación de pérdida que dejan tras de sí las buenas obras, sean del tamaño que sean. Sirvan estos tres ejemplos, que son los que últimamente he usado en esta época de valle lector que sufro, como recomendaciones muy a tener en cuenta si estás buscando novelas cortas.
Desempolvar el Kindle
Me encanta la lectura en físico, pero negar que el Kindle ha sido la mayor revolución moderna para estos menesteres es un ejercicio de tozudez extremo. No comparo, no critico y no pretendo sentar cátedra, tan solo defiendo que con un Kindle a mano se lee más. Esto es una máxima inapelable.
Un dispositivo cómodo, delgado, barato (de segunda mano hay verdaderas gangas) y con la capacidad mágica de contener en su interior bibliotecas enteras. El Kindle es la herramienta perfecta para el aquejado por el síndrome del lector desganado. En circunstancias normales prefiero leer en físico, porque amo revisitar mi biblioteca, toquetear los lomos de los libros y sentir el paso de las páginas de forma analógica, pero cuando la lectura se me antoja más ardua que una etapa del Camino de Santiago, el Kindle es mi mejor aliado.
En estas épocas aciagas aparco el romanticismo de la lectura física y me rindo a la modernidad, porque el síndrome del lector desganado tiene como consecuencia la falta total de concentración cuando leo, de modo que el Kindle, con su inmediatez y su comodidad, elimina de la ecuación las distracciones y me coloca en modo lector con el simple gesto de agarrarlo y pulsar un botón. Además, su portabilidad me permite echármelo encima cuando salgo de casa y tengo previsión de sacar un rato para leer. En hoteles, salas de espera e incluso en algún break del trabajo, es sacarlo y leer un capítulo sin problemas.
Además, Kindle tiene una aplicación del móvil que sincroniza ambos dispositivos, lo cual convierte al teléfono y al lector de ebooks en una herramienta unificada dirigida a la lectura. Si tienes un Kindle, instalar su app en tu móvil debería ser obligatorio. En mi caso, coloco un acceso directo a dicha app en el centro de la primera pantalla que veo cuando desbloqueo el teléfono, y retiro el resto de aplicaciones cometiempo. Este truco es automático, porque los dedos terminan acostumbrándose a pulsar dicha aplicación en los ratos muertos, y termino continuando en el móvil el capítulo que ayer leía en la cama con el Kindle. De esta manera leo mucho más de lo que leería si me limitara a los libros físicos, de los que solo tengo una copia y para leerlos tengo que estar en casa con cierta tranquilidad.
Colocar libros en lugares estratégicos
Mi estrategia favorita es esta, porque lo cierto es que la lectura física es mi favorita. En estos momentos tontos de separación del hábito lector, coloco estratégicamente libros físicos por rincones de casa que sé que frecuentaré. En mi rincón favorito del sofá, en mi mesita de noche, en el escritorio donde tengo el ordenador de sobremesa… Pequeños ejemplares pendientes de lectura me esperan y me hacen ojitos en silencio cuando recalo en ciertos sitios. Conformando un memento literario, una alarma sin sonido, esa llamada de atención me hace cogerlos y embarcarme en ligeras sesiones de lectura.
No sé si es una tontería o pura sugestión, pero rodearme físicamente de libros me hace leer más. De alguna forma, el ambiente se carga de literatura y las ganas, poco a poco, vuelven a mí. Además, y esto es una apreciación exclusivamente particular, una casa llena de libros es una casa llena de vida y de cultura, y ver mi zona así me llena de alegría. La estética de los libros convierte cualquier casa en hogar, y en esta época otoñal (estación en la que este año me he contagiado del citado síndrome del lector desganado), esos pequeños objetos salpicando las esquinas me hacen sentirme bien y, por ende, leer más.
Leer ficción y no ficción a la vez
En relación con esto último que digo, trato de tener más de un libro en el horizonte lector. Me gusta mucho leer ficción, pero no sé por qué, de un tiempo a esta parte la lectura de ensayo me resulta de lo más atractiva. Así, tengo entre manos (o mejor dicho, en puntos aleatorios de mi casa) al menos una novela, para los momentos en que tenga ganas de desconectar y de divertirme sin ninguna intención de utilidad más que el placer, y un ensayo de no ficción, para saciar las ansias de lector con ganas de aprender y estudiar.
Este consejo me funciona a mí por mis intereses lectores. Personalmente, no podría leer dos obras de ficción a la vez, pero si diferencio el ensayo de la novela, y leo uno u otra según el modus lector en el que me encuentre, disfruto ambas lecturas de manera independiente y sin que se entremezclen entre sí en mi cabeza. Si a ti solo te gusta leer novela, o si solo lees ensayo, no creo que te sirva, pero todo es probar.
No obsesionarme con registros de lectura
Por ir terminando, yo nunca he sido de llevar registros de lectura demasiado exhaustivos, pero en estas temporadas de sequía lectora, si ya me cuesta trabajo el simple hecho de leer, más lo hace tener que apuntar todo aquello que consigo terminar. Esto es un pez que se muerde la cola: como no tengo ganas de leer, leo poco. Como leo poco, termino pocos libros. Como termino pocos libros, no puedo actualizar mis registros de lectura lo que me gustaría. Y ante esta última situación, la lectura se me antoja un mundo, un tengo que en lo que me niego a convertir algo con lo que disfruto tanto como es leer.
Eso de las listas de Googreads o los impresionantes Notion con sus comentarios, sus notas y sus impresiones, son para mí terra ignota. Hace mucho perdí mi tiempo y mis esfuerzos en crear una de estas cargadísimas páginas de Notion. Apuntaba desde el precio y el lugar en el que había comprado el ejemplar, hasta la fecha de inicio y fin del mismo, pasando por las páginas y mis impresiones finales. Ni un mes tardé en abandonar tamaña maraña de datos insustanciales.
Lo único que hago, para tener un mínimo registro de mis lecturas anuales, es apuntar nombre y autor de cada libro que termino en una pequeña lista que tengo en las notas del teléfono que se llama Libros. Sin más. Complicar lo simple no es una estrategia válida para mí, de modo que prefiero esta suerte de minimalismo en lo que a lecturas, registros y datos respecta. Mano de santo.
Y tú, ¿sufres también del síndrome del lector desganado? ¿Cuáles son tus estrategias para combatirlo? Nos leemos la semana que viene.
Intento no leer dos libros del mismo estilo seguidos: voy alternando autores, temáticas, ficción o ensayo, libros largos o cortos... Pero es un asunto que a mí me va por rachas. Ahora estoy en una en la que me cuesta bastante la ficción. No consigo encontrar temas que me toquen de alguna manera, todo me parecen dramitas superficiales... Para solucionarlo estoy refugiándome en lo conocido, en mis autores preferidos. Y tirando de ensayos hasta que las ganas vayan cambiando de nuevo.
En Kindle he empezado a leer desde hace un año o así, en el móvil. Sigo prefiriendo con mucho el papel pero también viene bien, como dices, para aprovechar tiempos muertos. Lo uso para libros cortos, creo que me costaría mucho leer uno largo entero en el móvil.
Mi registro de lectura es también muy sencillito. Sólo el título, el autor y una pequeña anotación: si me ha gustado mucho, nada, ni fu ni fa o si lo he abandonado. Una página de excel para cada año.
Buen artículo. ¡Un saludo!
Soy un ávido lector de Kindle desde que me regalaron mi primer ebook a los 16 años. Y si bien comparto el romanticismo del libro físico, hago cerca del 80% de mis lecturas en Kindle. Hay algunos libros que he insistido en comprar en físico para, aparte de leerlos, por supuesto, me adornen la biblioteca y puedan decir un poco mas sobre mi.
Gracias a eso, llevo más de dos años leyendo todos los días (con unos cuatro o cinco días excepcionales en los que estaba muy enfermo o extremadamente ocupado). Pero como dijiste en tu texto, negar que es una herramienta excelente para leer más, además de práctica y compacta es tozudez absoluta. Lo cual no quita que cada uno tenga sus preferencias.
Me robo tu tip de poner la app de kindle en la primera pagina del teléfono.
Una buena reflexión querido. Un abrazo grande y a seguir leyendo y aprendiendo.