Lo que piensa un peregrino al organizar el Camino por tercera vez
A lo mejor yo, que soy un enamorado confeso de este viaje, exagero las cosas, pero qué bonito es exagerar cuando el autor no siente que está exagerando.
Hace unos meses decidí que voy a hacer mi tercer camino de Santiago. Ya escribí sobre los dos anteriores, y si bien no se recomienda vender la piel del oso antes de cazarlo, esta vez me apetece hablar de lo que siente un peregrino en ese tiempo previo, que se extiende desde que decides volver a calzarte las botas hasta que pones el pie en la primera etapa.
Esta es una de esas entregas que me hacen disfrutar de su redacción, y que el Edu Peregrino visite Sapientia y escriba lo que siente en el Pre-Camino es para mí placentero porque me hace calzarme las botas mentalmente y sumirme en este mood tan agradable que te otorga el viajar. Espero que les agrade.
Aviso a navegantes: No voy a usar este medio para disertar sobre el montón de pensamientos cuasi pandémicos que el apagón general del lunes hizo desfilar por mi cabeza, pero sentiría que este post no está completo si no hiciera mención a esas sensaciones durante su redacción. Es curioso lo que unas horas sin electricidad suponen en la vida moderna, y me parece interesante hablar sobre ello en un post sobre el Camino, el viaje analógico por antonomasia.
Antes de continuar, permíteme que te presente al patrocinador de este post, que no me puede hacer más ilusión. Ni más ni menos que la Asociación de Municipios del Camino de Santiago ha tenido a bien ayudar a que Sapientia siga siendo gratuita para los lectores. Además, con este post les ayudo a dar difusión a algo importante.
Han desarrollado una extensa y detallada guía de adaptación al cambio climático, enfocada al Camino de Santiago Francés, que puedes descargar gratuitamente en este enlace, así como pulsando el banner de arriba. Este patrocinio no pretende venderte nada, tan solo concienciar a los futuros peregrinos sobre los cuidados que el Camino requiere y merece, si queremos seguir disfrutando del que es, a mi gusto, el viaje más transformador y bonito de mi vida.
Volviendo a la silente cultura del caminante
El primer aprendizaje del que fui consciente en mi primer Camino de Santiago, que traté en este antiguo post, fue el siguiente:
Mi primer aprendizaje fue que existe una cultura del peregrinaje muy fuerte en España, y no somos conscientes de ella hasta que necesitamos de sus integrantes para organizar el primer Camino de nuestra vida. Cuando lo terminas, empiezas a formar parte de esa cultura del caminante, siempre dispuesto a ayudar a otros aspirantes. Porque si haces el Camino una vez, eres peregrino para siempre.
Cuando te planteas hacer el Camino de Santiago descubres que hay un mundo oculto a los ojos del ciudadano medio, cuyos días se suceden en una vorágine de trabajo y fines de semana tan rápida que no le da tiempo a percatarse de su existencia. La decisión primera de calzarte unas botas que con seguridad te terminarán hiriendo los pies levanta ese velo y te hace descubrirlo. Montones de personas que te ayudan, cientos de lugares especializados hasta ahora ocultos a tus ojos, conocidos que han hecho el Camino muchas veces sin que tú fueras consciente de ello, trabajadores de tiendas especializadas a los que se les ilumina la cara cuando les preguntas por tal o cual calcetín al detectar que planeas hacer el milenario peregrinaje…
Hay algo mágico en el Camino, de verdad que lo hay. Y se hace patente tras la mera decisión de hacerlo. Esta vez, que culminará en mi tercer Camino, esta tercera vez organizando etapas, calculando kilometrajes y buscando documentos y albergues, esas agradables sensaciones no han tardado en llegar. Las leves pinceladas ocultas de la vida del caminante se han mostrado muy rápido esta vez.
Ya me he descubierto fantaseando con la idea de llegar reventado a un pueblo olvidado y tirarme a descansar bajo un árbol. El pensamiento de visitar como peregrino algún poblado que mientras escribo estas palabras no sé que existe se me antoja inexplicable. Tengo muchas ganas de sentir el ánimo sonriente de los encargados de la oficina de Amigos del Camino cuando vayamos a solicitar las credenciales, y estoy deseando saborear esos almuerzos post caminata que aún no existen pero que nos están esperando en algún lugar del lejano norte. Ya empiezo a observar de nuevo las conchas peregrinas que se ocultan por rincones aleatorios de cualquier ciudad, y las flechas amarillas me guiñan el ojo a cada paso. Empiezo a respirar al compás de las etapas cuyos nombres aún ni siquiera he interiorizado y eso me encanta.
El Camino, lo he dicho mil veces, no empieza con el primer paso. Esta previa en la que me encuentro ahora hay que saber disfrutarla, porque de verdad que es preciosa. A lo mejor yo, que soy un enamorado confeso de este viaje, exagero las cosas, pero qué bonito es exagerar cuando el autor no siente que está exagerando.
Una responsabilidad añadida
Este año, además, se unen al viaje personas que no lo han hecho nunca. Familiares que creo que lo único que conocen del Camino son las insistentes bondades que yo les he comentado (porque a pesado no me gana nadie en cuanto a la ruta jacobea respecta), y eso me hace sentirme responsable de algún modo. Porque el Camino es duro, se hace cuesta arriba, en sentido literal y figurado, y puede torcerse hasta el punto de ser percibido por el peregrino debutante como un suplicio. Y yo no quiero que la primera impresión de nadie que peregrine conmigo sea esa.
En mi segundo camino me hice muchísimo daño en la rodilla. Aún recuerdo el momento en que algo hizo crac y me tuve que parar en medio de ninguna parte con un grito de dolor del que hoy en día nos reímos todos los que estuvimos presentes. Pero, humor a parte, qué desagradable es la sensación de no poder avanzar. La consciencia de que has llegado al límite y que, aunque tu cabeza quiera seguir, tu cuerpo dice que no. También he visto termómetros marcando cuarenta grados a falta de siete kilómetros del destino, llantos a destiempo y cuestas que te hacen replantearte si no estarías mejor en un destino de playa.
Si pienso en las cosas que pueden salir mal, vienen a mi mente muchos momentos de mis andanzas peregrinas hasta hoy: he ayudado a socorrer a un hombre que se desmayó, he llorado de dolor, me he tirado en el suelo exhausto, he visto a mi novia casi deshidratada, a mi hermano caminando con fiebre a las ocho de la mañana y a mi cuñada con un golpe de calor. He visto a mis amigos decir ya no puedo más y yo mismo he experimentado, como ya he dicho, que no podía seguir.
Pero también he visto ayuda gratuita y genuina de personas desconocidas. He agradecido una cerveza fría que no había pedido, que me fue entregada por alguien cuyo nombre ya no recuerdo. He visto ofrecimientos farmacéuticos de todo tipo, lo cual parece obvio, pero te aseguro que darle una venda o una crema a alguien que desconoces, a doce kilómetros del siguiente pueblo, es un acto de benevolencia sin parangón. He conocido a personas con las que imagino difícil haberme topado de no ser por el Camino. Andando por allí he aprendido que la bondad existe, y eso hace que todo lo sufrido en el párrafo anterior se esfume con el tiempo. Incluso si me concentro y reflexiono, aquella colección de malos momentos los percibo con cariño.
Lo que no quiero es que los nuevos se queden con lo primero. Que aprendan pronto que una pompa en el pie no es el final, sino el principio. Que la temperatura, el cansancio, la lluvia o la fiebre no son suficientes para parar. Que el viaje, en esta aventura, no un medio para llegar a un destino, sino el propio durante hasta el mismo. Lo que me quita responsabilidad es saber que no soy yo el profesor de nadie, y que será el propio Camino quien les enseñe todo eso.
El Camino de la nostalgia
Prometí al principio que no me referiría en demasía al gran apagón general que sufrimos en España y Portugal durante varias horas el pasado lunes. Las redes se han llenado de memes, de comentarios hilarantes y de extensos posts, y no quiero contribuir a ello por la simple razón de que no tengo nada que añadir. Ahora bien, no puedo pasar por alto lo relacionada que estuvo mi forma de tomarme el pasado lunes con la manera que tengo de tomarme mi peregrinaje a Santiago.
Cuando te quedas sin luz un rato, a veces ni siquiera te das cuenta. Pero cuando el teléfono se pone en modo ahorro de batería, no funciona el internet ni la cobertura, y ves que los negocios están cerrando porque no pueden siquiera cobrar con tarjeta, la vida se recoloca y te das cuenta de que no somos nada sin la tecnología. ¿Y cómo relaciono esto con el Camino de Santiago? Muy fácil: porque en el Camino nada de esto se percibe así.
Cuando lo que tienes que hacer es caminar, el acto menos tecnológico que se me ocurre, todo dispositivo con baterías, pantallitas o botones pasa a un segundo plano. En esos momentos gobierna tu cabeza y reman tus piernas. Tu espalda, cargada hasta arriba, también pone de su parte, y la calidad de la ropa que vistas puede hacerte más llevadera tal o cual zona, pero la tecnología no es necesaria.
Tenemos lo cotidiano demasiado tecnologizado, pero peregrinar por el campo, con un difuso destino diario que cambia según la etapa, hace que esa capa tecnológica se quede en el sendero. Obviamente, si tienes una app que te dice cuánto te queda, mejor, pero hay mojones a lado y lado que te avisan cada poco y la hacen más un extra que una necesidad. Si te gusta la fotografía como a un servidor, ir con el teléfono bien cargado y con una power bank hará las delicias de tu paseo, pero no es obligatorio ni urgente tener mil fotos cuando llegues a la Catedral de Santiago. El Camino es un acto de resistencia en un Mundo Digital que arrambló con todo hace un par de décadas, un recordatorio de cómo éramos cuando no nos hacían falta los píxeles, los gigabytes ni las pantallas. Aflora durante el mismo el Mundo Analógico que perdió aquella guerra de la que hablé en un post ya antiguo, y vivirlo durante unos días es una delicia para quien suscribe.
Y vuelvo a relacionarlo con el pasado lunes del apagón, porque el Mundo Analógico hizo de las suyas y nos visitó un rato. Pudieron verse niños pegando patadas a pelotas en la calle y personas charlando en los bares sin rastro alguno de pantallitas comehoras. La gente empezó a pagar con monedas y había carteles (escritos a mano, nada de Word e impresora) colgados de las puertas avisando de que no aceptaban pagos con tarjeta por caída del servicio. Todo fue muy noventero, con ese halo de foto antigua que miramos con anhelo los que hoy somos tachados de millenials.
Así me siento yo cuando preparo el Camino. A las puertas de embarcarme en una postal de imagen granulada, como sacada de un carrete Kodak Portra 400, con esos colores que evocan una época que fue y ya no será más. A lo mejor hago el Camino tanto porque añoro todo eso que parece. Porque me retrotrae a épocas de veranos donde lo único que tenía que hacer era pasármelo bien y esperar que llegasen las lejanas ocho de la tarde.
Me encanta que el Camino sea tan anti tecnológico. Me gusta saber que si me quedo sin batería lo podré hacer igualmente. Que no dependo de tarjetas de embarque digitales, de tarjeta de crédito ni de GPS. Me gusta saber que si sigo el camino de flechas amarillas, imitando a aquella Judy Garland en el Mago de Oz pero en modo peregrino, llegaré a mi destino.
Destino que vuelve a ser el propio Camino.
Ojalá que estas líneas despierten en alguien el más mínimo interés por el Camino de Santiago, y aprovecho para reiterar la importancia de la Guía de adaptación al cambio climático creada por el patrocinador de esta entrega, a quienes agradezco el apoyo y lo que hacen por la Ruta Jacobea.
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Hola Edu! Si te gusta el Camino, tal vez quieras echar un vistazo a la newsletter de Íñigo Martín (@inigomartinb) que escribe relatando sus peregrinajes, etapa a etapa, con fotos y todo. A mí me gusta mucho leerle. 😊👉 https://unamochilaligera.substack.com/
Por otro lado, nunca he hecho el Camino (de momento!), pero sí que conozco la preciosa anticipación de preparar bien un viaje. Así que te entiendo! ¿Cuándo lo harás? Que lo disfrutes mucho.
Un abrazo!
Edu, tu artículo sale en el Diario:
https://columnas.substack.com/p/reels-de-substack-y-las-plataformas
Si quieres recomendar artículos en el futuro ...