La vital importancia del aburrimiento
Nuestra actualidad, que nos somete de forma incesante a continuos estímulos, nos pone en bandeja a cada segundo (y no estoy exagerando), miles de opciones para matar el aburrimiento, demonizándolo.
Imagina por un segundo una vida en la que todo lo humanamente realizable hubiera sido realizado ya. Una existencia a la que no le quedasen cosas que probar, aspiraciones a las que optar o direcciones hacia las que dirigirse. Imagínate haber visitado todas las regiones, haber probado todos los platos, leído todos los libros y conocido a todas las personas.
¿Cómo se te antoja esa vida restante, en la que imperaría la total ausencia de novedades? A mí, la primera palabra que me viene a la mente es aburrimiento. Y es sobre el aburrimiento sobre lo que quiero que divaguemos hoy. Espero que el post no sea aburrido de leer. ¿O, quizás sí?
Lo que NO pone los pelos de punta
Si los conceptos solo pudieran dividirse entre “conceptos buenos” y “conceptos malos”, estoy seguro de que todos meteríamos al aburrimiento en el primer grupo. El aburrimiento, como estado emocional, no es agradable cuando se presenta sin avisar. Al ser, la mayoría de las veces, consecuencia inevitable de acciones impuestas que no nos agradan, nuestra primera actitud cuando asoma es la de rechazo. El trabajo repetitivo nos aburre, los juegos malos, determinadas personas, la política, los temas por los que no nos sentimos atraídos, y un sinfín de cosas que difieren según el individuo nos causan esa neblinosa sensación de que todo lo que nos rodea es anodino, de que el tiempo se vuelve lento y de que no estamos disfrutando en absoluto. Y queremos salir de ahí.
De hecho, algo que me ha parecido reseñable al investigar un poco sobre el hecho de aburrirse y sus implicaciones, ha sido dar con su etimología. Proveniente del latín, la palabra aburrimiento está conformada por ab-, que significa “sin” y horrere, que quiere decir “horror”.
Por su parte, la palabra “horror”, etimológicamente hablando, no se refiere exclusivamente a las cosas terroríficas o que impliquen miedo, sino que su germen, el precitado horrere, significa “ponerse los pelos de punta”. Así las cosas, podemos concluir que aburrimiento significa: lo que NO pone los pelos de punta.
Interesante, ¿verdad?
La huida constante de lo aburrido
Visto así, el aburrimiento es la respuesta somática que nuestro cuerpo nos da cuando nos vemos sometidos a situaciones que no nos apasionan. Como consecuencia, trae consigo esas ganas de dejar de estudiar para ir a dar un paseo en moto, de pausar por un rato el tedioso trabajo para navegar un rato por la red social de turno o de coger el móvil de manera compulsiva durante un viaje en tren.
La sociedad actual, adicta a la dopamina instantánea y al conseguirlo-todo-ya, es propensa al aburrimiento, pero también experta en atajarlo constantemente con acciones carentes de valor o importancia. Porque, ¿acaso es mejor observar las últimas publicaciones de la influencer de turno que perder la vista en el horizonte sin hacer nada? Lo dudo mucho.
Nuestra actualidad, que nos somete de forma incesante a continuos estímulos, nos pone en bandeja a cada segundo (y no estoy exagerando), miles de opciones para matar el aburrimiento, demonizándolo. Se nos ha convencido de que aburrirse es sinónimo de tener una vida vacía y sin ocupaciones, empujándonos constantemente a la diversión constante, a la huida reiterativa de acción en acción, esquivando el aburrimiento. Comprendo esa vorágine de pequeñas diversiones estúpidas, de mata-aburrimientos vacíos, como una trampa del sistema.
No se me entienda de forma conspiranoica. Me refiero a que nuestro sistema, tal y como está constituido, nos surte de bienes de consumo de una forma tan burdamente exagerada, que nos haría falta vivir cien vidas seguidas para siquiera consumir una millonésima parte de lo que se genera en cinco años. Es imposible mantener el ritmo, pero aún así, estamos dentro de esa rueda que nos convence de que aburrirse es lo opuesto a ser feliz, porque tenernos consumiendo se traduce en clicks, compras y dinero. Y creo que esta situación es inapelable.
Pero siempre llega un momento en que lo aburrido hace acto de presencia. Y creo que, precisamente por vivir acostumbrados a rehuir de él, cuando nos atrapa, ya sea porque estamos trabajando, porque tenemos que estudiar o porque apremia una reunión inaplazable, lo pasamos tan mal al no poder distraernos. Esta total y absoluta falta de tolerancia al aburrimiento es peligrosa, porque no todo es susceptible de ponernos los pelos de punta.
Una vida de estímulos veinticuatro siete es inviable, por más que mucha gente venda ese estilo de vida. Creer estos falsos mensajes hace que, cuando lo aburrido nos visita, cosa que es natural, nazcan frustraciones y la falsa convicción de que nuestra vida está vacía.
El aburrimiento y su relación con la fantasía
En su día dije que el tiempo libre se valora como contraposición al tiempo que trabajamos, y creo que podríamos aplicar esta lógica de forma analógica al tema que nos atañe hoy. Creo que sabemos valorar lo que nos divierte y apasiona precisamente porque conocemos la sensación que nos produce lo que nos aburre. Lo aburrido es, por tanto, necesario e importante, porque nos da perspectiva, nos ayuda a conocer lo que nos apasiona y nos demuestra que la diversión constante es imposible, amén de no ser necesaria para una vida plena, por mucho que los chutes constantes de dopamina vacía nos intenten convencer de lo contrario.
De hecho, hay corrientes que relacionan el aburrimiento con la fantasía, gran herramienta para el día a día, ya que al sentirnos aburridos, nuestra mente se esfuerza en imaginar diferentes escenarios que nos harían salir de esa apática situación. Se ejercita de ese modo el músculo de la creatividad e incluso de la memoria, cosa que no ocurre cuando sucumbimos al inconsciente visionado de la pantallita de turno, que nos regala basura divertidísima e insustancial de forma pasiva.
Con esto en mente, me hierve la sangre cuando observo a padres en bares que, ante el llanto por aburrimiento de sus hijos, deciden darles el teléfono móvil para tenerlos entretenidos y que así no lloren. Niños con el cerebro a medio formar, idiotizados ante personajes bobos que canturrean tonterías mientras comen en un bar, inmersos en su mundo interior, ajenos al aburrimiento y a sus padres, incluso al propio acto presente de comer. Creo que esto, que cada vez lo veo más, es peligrosísimo. Sin ser yo experto en psicología ni en menores, negar a los niños las necesarias incomodidades que acarrea el aburrimiento es una fatal estrategia. Por mucho que se haga para que no den la lata, considero que se les niegan de esta manera herramientas que en el futuro les harán falta cuando tengan que prestar atención en una aburridísima clase de Historia o cuando se aburran en un trabajo que no les apasione, situaciones que habrán de afrontar necesariamente.
Lápices, hojas en blanco, muñequitos o simple ignorancia, creo que son herramientas mucho más efectivas ante estas situaciones. Igual que me quejo de lo anterior, también digo que me alegra sobremanera ver a pequeños agarrando lápices con dificultad mientras comen y dibujan quién sabe qué. Esos individuos, cuando crezcan, tendrán mucho más desarrollada su tolerancia al aburrimiento. Y en una vida con obligatorias fases aburridas, esto es una habilidad importante.
¿Cómo relacionarse con el aburrimiento?
Yo era de los que, cuando me aburría, corría a buscar cualquier nimiedad absurda que borrara de un plumazo esa sensación. Pero conforme cumplo años, más valoro los momentos de aburrimiento. A veces me asaltan en el sofá, otras trabajando e incluso en momentos de paseo, y lo que hago es tratar de disfrutarlos.
Porque el aburrimiento es cierto que significa que ese instante no es apasionante, que no nos pone los pelos de punta, pero en mi caso, también implica que no hay nada que me inquiete ni me ponga los pelos de punta en el sentido desagradable de la palabra. Trato de relacionar el aburrimiento con la tranquilidad, con la ausencia de inquietudes. Intento, aunque es difícil, convencerme cuando me aburro de que habrá momentos futuros en los que echaré de menos esa sensación. Bendito aburrimiento, me repito. Y creo que poco a poco voy instaurando esa filosofía en mi interior, porque de hecho, no sabría decir el último momento en que me aburrí de forma insoportable, tanto como para correr a hacer algo entretenido por el mero hecho de rehuir de ese estado de ánimo. Por supuesto que me aburro con asiduidad, pero me lo tomo como una fase normal de la existencia y no como un enemigo al que eliminar.
Considero que los momentos aburridos son perfectos para tratar de buscar el momento presente. Llámalo rezar, meditar, reflexionar o hacer el pino, me da igual, pero trata de buscar la consciencia última cuando te asalte dicha sensación. No dejes que lo anodino te empuje a la pérdida de tiempo. Trata de huir de dicho aburrimiento usando solo tu mente, si es que no puedes soportarlo, porque al menos así estarás ejercitándola de una forma inteligente. Si en cambio puedes soportar el aburrimiento, o si te pilla haciendo alguna tarea que, por sus características, es obligatoria, resígnate sin problemas y convéncete de que, a veces, toca aburrirse. Pero intenta evitar la vía de escape fácil.
Mirar el móvil una hora o tontear con absurdeces que sabes que no te aportan más que remolinos en la cabeza es pan para hoy y hambre para mañana. Como calorías vacías en la mente.
Abúrrete y disfruta del aburrimiento. Acepta que es importante y necesario y úsalo como herramienta de calma y autocontrol. No identifiques lo aburrido con una línea roja que no sobrepasar y quítate de la cabeza que aburrirse es cosa de perdedores o de personas con vidas apáticas, porque no es cierto.
Y como dije al principio, espero que este post te haya resultado agradablemente aburrido. Nos leemos.
Y tú, ¿cómo te relacionas con el aburrimiento?
Es que no interesa que sepamos aburrirnos, Edu. Primero porque el aburrimiento no vende, y segundo porque la falta de estímulos es la antesala necesaria para la reflexión profunda y creativa. Y eso sí que no interesa nada: que reflexionemos. 😬
Totalmente de acuerdo con el concepto de aburrimiento - fantasía. Porque la mente está libre y ,tal como un cuaderno en Blanco, podemos crear